La nueva sede de la Fundación Cartier en el corazón del Palais Royal. (Foto: Luc Boegly) |
A finales de 2025, Perrin inaugurará una nueva sede de la Fundación Cartier en el edificio donde funcionó Le Louvre des Antiquaires. Es el broche de oro a su carrera y la guinda del pastel para la institución que él mismo fundó en 1984. Su amigo el arquitecto Jean Nouvel es el encargado del colosal proyecto de rehabilitación de esta joya haussmaniana que se extiende a lo largo de 150 metros de la calle Rivoli. Serán casi 9.000 metros cuadrados consagrados al arte en el corazón de Palais-Royal.
"Termino mi carrera donde la comencé. Es emocionante", insiste Perrin en un perfecto castellano. Lo aprendió en el colegio, en su Nantes natal, y lo perfeccionó viviendo una temporada en Argentina. "Palais-Royal es el mejor sitio de París y del mundo", continúa, parafraseando a Étienne Léon de Lamothe-Langon: "París es la capital de Francia y Palais-Royal es la capital de París". "¿Que más se puede pedir?". pregunta Perrin, vestido con un elegante traje de raya diplomática, mientras bebe un café en su despacho en lo más alto de la actual sede de la fundación, un cubo de acero y cristal diseñado por Nouvel en el boulevard Raspail.
No puede pedir más porque lo ha conseguido todo, incluidas la distinción de comendador del Legión de Honor y la Orden Nacional del Mérito y los títulos no oficiales del "rey Midas del lujo" y "gran mecenas" de la cultura. Su oficina, con grandes vistas a la ciudad, está llena de premios y reconocimientos a su carrera. En 1975 se convirtió en presidente de Cartier, parte del grupo Richemont, y desde esa posición modernizó y expandió la casa de joyería de lujo. Fue él quien creo el concepto de Les must de Cartier e impulsó la reedición de modelos históricos de la maison. Pero su decisión más audaz y visionaria fue crear una fundación para apoyar todas las disciplinas del arte contemporáneo. Aquel experimento de patrocinio corporativo ya es la norma. Hoy, todos los grandes grupos de moda de lujo -LVMH, Kering, Hermès, Prada- tienen fundaciones y proyectos para fomentar el arte y la cultura.
La Fundación Cartier no habría existido sin Perrin, pero tampoco sin la llegada del socialista François Mitterrand al Elíseo, en 1981. "En Francia estamos en un régimen socialista desde entonces. Con ellos cambió el lenguaje y me di cuenta de que nosotros, Cartier, también teníamos que cambiar. Teníamos que rejuvenecernos. ¿Y que mejor forma de hacerlo que con los nuevos idiomas del arte?, admite.
Su amigo César, el gran escultor francés, fue quien le dio la idea de crear una fundación dedicada a financiar y exponer las obras de jóvenes artistas, "César me dijo: 'Perrin, nosotros los artistas necesitamos pasta'. El problema siempre es el mismo: el sector público es pobre, no tiene dinero. Nosotros sí tenemos dinero", explica. Después de 40 años y más de 300 muestras, la fundación tiene una colección de 4.500 obras de más de 500 artistas de 50 países, incluidas piezas de grandes nombres como Nan Goldin, Ron Mueck, Agnès Varda o David Lynch.
"Cuando tomamos la decisión de montar una exposición, no pasan más de tres meses entre la firma del convenio y la ejecución de la muestra. Eso es lo que les gusta a los artistas : nuestra rapidez. Con el Ministerio de cultura pueden pasar tres años. La lenta burocracia estatal no puede competir con nuestra velocidad", sentencia Perrin.
La Fundación Cartier que empezó a operar en el castillo Domaine du Montcel, en Jouy-en-Josas, cerca de Versalles, fue un éxito inmediato con muestras dedicadas a temas tan variados como Ferrari, el rock and roll o los grafitis, "Al principio la competencia estaba algo perdida. Cuando hicimos la exposición de Ferreri, en 1987, la gente del arte me dijo:"¡Estás loco!¿Vas a abrir un garaje?. Tres años después, el Centro Pompidou hizo una exposición sobre el diseño automotriz. Llamé a su director y le dije: "¿Tú también vas a abrir un garaje?".
En el verano de 1986, Perrin invitó a François Léotard, ministro de Cultura, a inaugurar la exposición Los años 60. Sin saberlo, ese día iba a cambiar la historia de la cultura francesa. "En medio de su discurso, sin decirme nada antes, Léotard anunció que yo había aceptado elaborar un proyecto de ley de mecenazgo privado en Francia. Me quedé mudo", recuerda. Entre el público estaba Ringo Starr, Françoise Hardy y André Courrèges.
Perrin no pudo negarse. Reclutó a 44 estudiantes de las mejores universidades de París y los mandó a recorrer el mundo para analizar como se hacía el mecenazgo en otros países. Unos meses después presentó al ministro de Cultura un extenso informe para desarrollar la filantropía privada "a la francesa" . En julio de 1987 , el Parlamento aprobó la "ley Léotard" con amplia mayoría. La norma sentó las bases de uno de los regímenes de mecenazgo más modernos en Francia, cada donación se beneficia de una deducción fiscal del 66% en el caso de los particulares y del 60% para las empresas...
Martín Bianchi. El País Semanal, 25 de octubre de 2024.
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