"La fuente", 1952, de Amparo Segarra y Eugenio Granell.
(Foto: Xesdoc)
Las grandes celebraciones por el centenario del manifiesto comenzaron el pasado año en los Museos Reales de Bellas Artes de Bélgica, siguieron en el Centro Pompidou de París y, tras su paso por Madrid, viajarán a la Kunsthalle de Hamburgo y al Museo de Arte de Filadelfia. Cada uno de estos lugares ofrece una perspectiva diferente de lo que fue el movimiento. La exposición que se abre al público mañana en la sede madrileña de Mapfre (hasta el 11 de mayo) lleva por título 1924. Otros surrealismos. Su comisaria, la catedrática de Arte Contemporáneo y colaboradora de El País, Estrella de Diego, ha trazado un mapa con los lugares por los que se movieron Breton y quienes siguieron sus postulados; un "mapa mundi" que arrancaba en París y que se extendió por Europa, algo de África y gran parte de América. Y la gran novedad: el nuevo mapa está más poblado por mujeres que nunca. Gala Dalí, Leonora Carrington, Maruja Mallo, Remedios Varo, Ithell Colquhoun, Dora Maar, Ángeles Santos y Dorothea Tanning son algunas de las 35 artistas representadas que alcanzan el 50% de la autoría de las obras expuestas. En el Pompidou, el monumental despliegue de 500 obras tenía un 40% de creadoras. Es un avance si se tiene en cuenta que en la exposición de 2002 en el mismo museo y sobre el mismo tema solo había tres mujeres.
La obra elegida para comenzar el recorrido por las dos plantas del palacete de Maphre es Armario surrealista (1941), del artista y poeta francés Marcel Jean, próximo a los españoles Esteban Francés, Remedios Varo y Óscar Domínguez. Esas puertas entreabiertas conducirán al visitante hacia la sección en la que se describa lo que fueron los surrealismos con Breton cerca y con Breton lejos. Y será la obra de Gala Dalí la que dé paso al recorrido. Aquí, señala la comisaria, se apunta que la presencia de Breton no fue igual en todos los lugares en los que desarrolló el surrealismo.
Ante el juego de cartas de tarot (sin fechar) de Gala Dalí, De Diego recuerda que el misógino Breton, en su manifiesto de 1924, describe a las mujeres como "bellas y sin nombre", y se limitó a otorgarles el papel de médiums -de lo inconsciente en estado puro, de guías-, un rol en apariencia de privilegio que ha terminado siendo un mero vehículo de exclusiones. La cineasta Isabel Coixet, en un contundente texto del catálogo, cuenta muy bien la consideración que sufrían las mujeres surrealistas: las llamaron locas invariablemente. Algunas estuvieron en instituciones psiquiátricas, una se suicidó, otras fueron diagnosticadas como esquizofrénicas y las que no tuvieron ese dictamen clínico siempre fueron miradas como bichos raros. Fueron amantes de artistas que se esforzaron sin éxito en reducirlas al papel de compañeras con un cierto talento; talento que ellos se empeñaron en minimizar siempre que pudieron. Raramente tuvieron hijos; abortos más de los que pudieron contar. Las artistas surrealistas fueron un colectivo solitario, rebelde, soberbio, desafiante, único; aunque ni siquiera se vieron a sí mismas como colectivo, muchas de ellas fueron amigas y se apoyaron...
Ángeles García. Madrid. El País, miércoles 5 de febrero de 2028.
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