lunes, 24 de febrero de 2025

"La tutoría"

"Armand, otra vez", dice la profesora al director del colegio. La frase no necesita demasiadas explicaciones. Cualquiera entiende "otra vez". Reiteración, hartazgo. El clásico alumno que se sale del tiesto. De hecho el título original  toma su nombre Armand. Para su estreno español se ha rebautizado como La tutoría. Una reunión con los padres de la víctima, con la madre del crío problemático, y con la maestra, el director del colegio y la orientadora. El comité de crisis ¿Una travesura más? No, una agresión sexual. Armand tiene seis años. Hay película aquí. 

Entre el tradicional "jugar a los médicos" y "querer verle los orificios" y, "sino se deja, hacérselo analmente", hay una distancia. Para su debut en el largometraje, premiado en el Festival de Cannes con la Cámara de Oro a la mejor ópera prima, el joven Halfdan Ullmann Tondel ha compuesto una pesadilla en los pasillos y las aulas de un colegio. Desde el principio elementos de intriga, casi de terror. Fotografía áspera, grisácea, gélida. Puesta en escena poco convencional: cámaras en los cogotes; planos inclinados al estilo Carol Reed; primerísimos planos con los rostros al borde de la exageración, como si quisiera entrar en las psiques de sus criaturas a través de la mirada punzante. Las felices paredes con las fotos de los chavales y sus dibujos infantiles se convierten en turbios esquinazos al ritmo de una banda sonora  de aplastante inquietud por sus contrastes: agria para los momentos felices, y feliz para los instantes agrios. Y un retrato de personajes de enorme ambigüedad, con ramalazos alrededor del suicidio, la violencia de género, la sexualidad y la naturaleza de la violencia.

La tutoría no es una película complaciente. Es muy buena, pero no es sencilla de ver. Conforme avanza , se vuelve más conceptual que concreta. Simbólica hasta lo casi suicida. Una secuencia con un ataque de risa y otras dos con sendos bailes de corte vanguardista pueden expulsar a los espectadores que solo busquen explicaciones. Aquí no las hay (del todo). Y sí una cierta excentricidad y una relevante reflexión sobre el contacto físico y sobre la dicotomía entre la tolerancia y la irresponsabilidad. La civilizada Noruega, entre la impertinencia , las crucifixiones públicas, el peligro de las apariencias, la perversión del retorcimiento del lenguaje y la policía de la moral.

Javier Ocaña. El País, viernes 14 de febrero de 2025.

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