viernes, 28 de febrero de 2025

Benjamín Alard en la Fundación Juan March

El clavecinista francés resucita el 'órgano de cuerda' de Wanda Landowska en la Fundación March. El pasado  5 de febrero, el clavecinista Benjamín Alard terminó su concierto en la Fundación March con Desde las profundidades clamo, BWV 745, un preludio coral de dudosa atribución  a Johann Sebastian Bach. La obra nos ha llegado a través de fuentes tardías y contiene un fragmento de una alemanda de su hijo Carl Philip Emmanuel (de la Suite en mi menor Wq. 62/12), que no escribió hasta un año después de la muerte de su padre, de ahí las dudas mencionadas. En cualquier caso, no parecía que tuviera  mucho sentido añadir una propina después de hora y media de las Variaciones Goldberg que acababa de interpretar. Pero en cuanto Alard empezó a tocar el coral que abre la obra dando todo el protagonismo al poderoso registro grave de 16 pies del clave Pleyel, que hizo sonar como un gigantesco archiláud, quedó bien claro que su "clamor desde las profundidades" iba encaminado a este particular instrumento, hoy completamente olvidado y creado por la casa francesa de pianos para la legendaria Wanda Landowoska en 1912.

La Fundación Juan March ha traído a Madrid desde el Archivo Manuel de Falla un ejemplar de Grand modèle de concert de Pleyel. Se trata de un instrumento que el clavecinista colombiano y discípulo de Landowska, Rafael Puyana donó hace doce años a la institución granadina. Un robusto armatoste con dos teclados de piano de cinco octavas y varios registros que accionan desde una lira de siete pedales. Se afina como cualquier instrumento moderno y la elevada tensión de sus cuerdas le confiere una resonancia muy superior a cualquier instrumento de época, además del registro de 16 pies que amplía sus graves. No es fácil llamarlo clave, aunque gracias a este instrumento que popularizó Landowska en la primera mitad del siglo XX resurgió el clave histórico que, tras su muerte en 1959, impulsaron nombres tan legendarios como Gustav Leonhard. Quizá debemos bautizarlo como "órgano de cuerda", tal como hizo la propia Landowska en un artículo sobre los antepasados del piano en la revista francesa Musica: "Se decía que el órgano es una conjunción de instrumentos de viento, lo es de instrumentos de cuerda". 

El concierto de Alard formaba parte del ciclo La dama de la clave. Landowska y España, comisariado por la musicóloga Sonia Gonzalo, que aspira dar a conocer la figura emblemática de la clavecinista polaca junto a su peculiar instrumento.. Ya en su primera velada el pasado 29 de enero se interpretó el pionero Concierto para clave, flauta, oboe, clarinet, violín y violonchelo, que Manuel de Falla escribió para Landowska y su clave Pleyel en 1926, con Mahan Esfahani como solista. 

El plato fuerte del ciclo ha sido, sin duda, la interpretación de las Variaciones Goldberg de Bach, en el mismo instrumento donde las tocó y grabó por primera vez Landowska en 1933. De hecho, su segunda grabación, realizada para RCA Victor en 1945 y reeditada en el formato de LP cinco años más tarde fue todo un superventas en Estados Unidos. Un éxito que allanó el camino para la famosa grabación con piano de Glenn Gould, de 1955, que realizó para su rival Columbia. Alard ya había experimentado con esta misma obra al tocarla con el Grand modèle de concert del Archivo de Manuel de Falla en el Festival de Granada de hace dos años. Una interpretación  que entonces se convirtió en una extraña experiencia por su difícil relación con los mecanismos del instrumento de Landowska. Hablamos, no obstante, de uno de los principales especialistas mundiales en la obra para teclado de Bach, que está grabando íntegramente para Harmonia Mundi, (...)

En todo caso, lo más atractivo de las Goldberg de Alard con un Grand modèle de concert fue su personal dominio de las combinaciones tímbricas que ofrecen los registros del instrumento. El clavecinista francés huyó de cualquier influencia de Landowska y encontró su propio camino desde el aria con la que comienza la obra, una zarabanda cuya melodía adornó con gusto en la exposición  e intensificó en cada repetición. Desarrolló esa misma idea en prácticamente todas y cada una de las treinta variaciones, lo que alargó la obra hasta superar ligeramente la hora y media...

Pablo L. Rodríguez. Madrid, 6 de febrero de 2025.

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