Las murallas medievales de Carcassonne.
Esto es una carta de amor a uno de los rincones más bellos de Europa, uno de los imprescindibles de Occitania y uno de los Patrimonios de la Humanidad por los que cruzar la frontera, una maravilla medieval...Sobran los epítetos, pero, lo que está claro es que, pese a no ser un lugar gigantesco, si que se necesita un poco de orden para que la visita sea completa.
La Puerta Narbonnaise y El Cementerio Municipal. Para entrar en Carcassonne hay que atravesar, sí o sí, cualquiera de las aperturas de la muralla. La principal, la Narbonnaise. Hasta aquí suben los taxis, los autobuses y los coches. Su fotogenia, con su coqueto arco y sus dos imponentes torres detrás, es indiscutible. Por eso, en ocasiones pasa desapercibido el cementerio municipal que conserva alguna tumba de notable belleza. Desde esta perspectiva también asombran las murallas, mucho más altas, imponentes y amenazantes cuando se observan a pie de foso o cundo se cruza la liza que separa las dos primeras líneas defensivas.
La Dama Carcas y El Origen de la Ciudad. El tercer elemento fundamental de este conjunto es la estatua dedicada a la Dama Carcas, una princesa sarracena protagonista de una leyenda tan arraigada que llegó a dar nombre a la ciudad. Cuenta el mito que esta mujer, viuda de un guerrero fallecido en combate, burló el asedio de Carlomagno de una ingeniosa forma: cebando al único cerdo que quedaba en la ciudadela y tirándolo por la muralla. Los soldados del emperador galo interpretaron este acto de desperdicio como un alarde de los víveres que aún atesoraban los musulmanes intramuros, provocando el desánimo en las tropas y su rendición. Para celebrar esta victoria, la ciudad puso a repicar todas las campanas, provocando que Carolomagno dijera una frase con la que se ha bautizado la ciudad: "Carca sona" (Carca suena).
La Puerta de L'Aude. Pese a no ser tan popular y concurrida como la Narbonnaise, la del Aude, puede presumir de ser la más espectacular por su complejidad. Hasta aquí llegan los viajeros que suben a pie desde la ciudad nueva, cruzan el arco y se dan la vuelta para contemplar su hermosura. La recompensa es una maraña de construcciones defensivas, arcos, pasillos y recovecos diseñados para despistar a los atacantes pero que en la actualidad acentúan la fantasía medieval que supone esta ciudadela.
La Callejuelas de la Ciudadela. Un pequeño laberinto de callejuelas que conservan su trazado y su esencia medieval. Es cierto que hay demasiadas tiendas de souvenirs que desentonan con el lugar, pero existe una pequeña regla: cuanto más alejado esté un rincón de la concurrida Rue Cros Mayrevieille, más coqueto es. Si se huye de la arteria comercial del casco histórico, se llega a plazuelas como la de Auguste Pierre Pont o la de Saint-Jean donde hay más calma y más fotogenia.
La Basílica de Saint Nazaire. La que fuera durante siglos la catedral de la ciudad es hoy un portentoso templo a medio camino entre el gótico y el románico que, pese a no sorprender con su tamaño, cumple con las expectativas sacras. Sobre todo por sus vidrieras, las más impresionantes y ricas del sur de Francia y su conjunto de esculturas que dan fe de la prosperidad de esta urbe durante este periodo.
El Castillo Condal de Carcassonne. Las poderosas defensas del edificio más imponente de la Ciudadela ya son de por sí un a hipérbole medieval. No obstante ningún viajero es inmune a su espectacular aspecto, capaz de intimidar incluso a los que vivían en intramuros. Un coqueto puente salva un foso donde hoy proliferan los huertos en un canto a una contemporaneidad más ecológica. En su interior el patio principal ofrece una inesperada explanada de tranquilidad, además de hilar a los visitantes que suben y bajan por sus estancias. Dentro de estas salas hay un pequeño museo que, mediante objetos y esculturas, atestigua la relevancia de esta ciudad fronteriza.
El Tour por las Murallas de Carcassonne. La ciudad alcanza su cénit cuando se realiza el tour por sus murallas. Se trata de una visita guiada que permite andar por lo alto de estos muros y descubrir algunas de las torres más emblemáticas del recinto. Desde aquí, además, se domina con la vista la Ciudadela, obteniendo algunas panorámicas inolvidables de los tejados y de la Basílica de Saint-Nazaire. Más Medievo, imposible.
Javier Zori del Amo. National Geographic, 14 de diciembre de 2024.
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