domingo, 30 de noviembre de 2025

"El temperamento revolucionario"

El origen francés de la cultura de la protesta. Hace dos años, los franceses se dedicaron a una orgullosa tradición nacional: las manifestaciones masivas. Lo que estaba en juego no era solo una política, sino una percepción. El presidente Macron había ignorado los deseos de su electorado. Los folletos y pancartas mostraban el rostro de Macron superpuesto al retrato de Luis XVI, el rey derrocado por los revolucionarios franceses en septiembre de 1792 y decapitado cuatro meses después. "Luis XVI, Luis XVI, te decapitamos", advertía un canto omnipresente; "Macron, Macron, podemos volver a hacerlo".

La cultura de protesta que surgió en Francia en las turbulentas últimas décadas del Antiguo Régimen no ha abandonado la mente de los parisinos, ni, cabe imaginar, la del historiador y bibliotecario emérito de Harvard Robert Darnton (Nueva York, 1939), quien la analiza en El temperamento revolucionario. En este esclarecedor estudio presenta el estallido de la revolución en París en 1789 como la culminación de 40 años de escándalos políticos y culturales que, alimentados por un aluvión de noticias reales y falsas procedentes de diversas fuentes, fomentaron "un temperamento revolucionario dispuesto a destruir un mundo y construir otro". Por "temperamento", Darnton se refiere a "un estado de ánimo fijado por la experiencia de forma análoga "al temple" del acero mediante un proceso de calentamiento y enfriamiento". Es "otro nombre", escribe, para la "conciencia colectiva" en el París prerrevolucionario, un supuesto  pensamiento grupal o sentimiento general que fue galvanizado por los medios de comunicación que florecieron a medida que la monarquía se acercaba a su fin.

Autor de numerosas obras académicas sobre la cultura impresa francesa del siglo XVIII, Darnton examina este desarrollo no solo con erudición, sino también con talento literario. Organiza su material en capítulos breves, ordenados cronológicamente, con títulos llamativos como "Agreden a un príncipe por orden del rey" y "Los santos van a parar al infierno". Cada capítulo narra el estallido de una "guerra de información" que se extendió con inusitado alcance.

El libro se centra en los parisinos corrientes y evita "las intrigas ministeriales que tenían lugar fuera de su ámbito de visión", a menos que dichas intrigas se difundieran como rumores entre el  público. Es posible que los lectores contemporáneos ya estén familiarizados  con algunos  de los episodios  que dieron la vuelta al mundo  en la Francia del siglo XVIII, como el caso del collar de diamantes, un sensacional caso de robo de identidad  que tuvo como objetivo a María Antonieta y empañó su reputación. 

Otros acontecimientos igualmente significativos para el clima sedicioso que se vivía en París fueron la supresión, en 1764, de los jesuitas en Francia hasta la detallada rendición de cuentas del ministro de Hacienda  Jacques Necker, en 1781, sobre las finanzas del Estado, que hasta entonces se habían considerado "el secreto del rey". Estos acontecimientos dieron forma al "discurso público", escribe Darnton, no tanto a través de un puñado de tomos  de la Ilustración -aunque las obras de Montesquieu, Diderot y Rousseau supusieron contribuciones vitales- como a través de una "avalancha" de medios de comunicación populares... este mosaico de manifestaciones públicas, memorias polémicas y tratados políticos empleaba "un lenguaje que podían entender los parisinos de a pie". Fue la accesibilidad de esta retórica lo que la hizo tan eficaz para enviar 2ondas expansivas a todos los sectores de la población"...  

Caroline Weber. El Cultural, 14-11-2025.

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