sábado, 13 de agosto de 2016

Durmiendo en el hotel Le Corbusier

Unité d'habitation (Ciudad Radianate)
Entrar en el vestíbulo de la denominada Ciudad Radiante de Le Corbusier, subir en uno de sus ascensores a la tercera planta de su legendaria Unidad Habitacional (donde se encuentra el hotel con el nombre del arquitecto), recorrer las calles, que no pasillos) bajo esa luz tenue con destellos de color y acabar en en esa azotea infinita que mira al cielo y al mar de Marsella es ejercicio suficiente para darse de bruces con el genio, la sabiduría y la heterodoxia que encerró la cabeza de Charles-Édouard Jeanneret-Gris, Le Corbusier. Obsesionado desde sus primeros bocetos por trascender la mera génesis, desarrollo y culminación de edificios bellos y prácticos, Le Corbusier (La Chaux-de-Fonds, Suiza, 1887-Roquebrune-Cap Martin, Francia, 1965) fue, más que un arquitecto, un filósofo de la arquitectura. El creador de estructuras y espacios que, junto a Mies van der Rohe, Walter Gropius y Frank Lloyd Wright, más y mejor influyó en la arquitectura moderna alcanzó la plenitud de su oficio cuando aun no había cumplido 40 años. Su manifiesto Cinco claves de una nueva arquitectura (1926) y su concepto de arquitectura de la felicidad se erigieron con el tiempo en una biblia pagana de lo que debe ser el cruce de caminos entre la física y la metafísica en lo que a concepción de soluciones de habitabilidad se refiere. ¿Pueden hacer los edificios mejores personas? Le Corbusier insistió toda su vida en ello. La Unidad de Marsella (el arquitecto realizó otras cuatro en Nantes, Metz, Saint-Étienne y Berlín), conocida como la Unidad Radiante, fue construida entre 1947 y 1952 por encargo del Estado francés. El objetivo era realojar a todos aquellos marselleses que habían perdido sus casas tras la II Guerra Mundial. El mastodonte de hormigón armado de 17 plantas, 137 metros de largo, 56 de alto y 24 de profundidad fue concebido por su creador como un intento de auténtica ciudad vertical y autogestionaria. Le Corbusier profesaba un progresismo social que quiso traducir en formas y contenedores arquitectónicos de talla humana. Y lo demostró con otras obras como ésta, inspirada en los viejos ideales de los socialistas utópicos. Y en eso quedó: en una utopía. La idea original de una ciudad autárquica, solidaria y autosuficiente acabó con el tiempo desembocando en bloques de apartamentos de compraventa o alquiler, un hotel comercial de 18 habitaciones (decoradas con muebles y lámparas del maestro) en la tercera planta, unos 1.200 habitantes y miles de visitantes que cada año se acercan para recorrer el edifico. "A veces es molesto tanto visitante... En 2013 Marsella fue capital europea de la cultura y desde entonces viene más gente. A veces la terraza está invadida y es cierto que nos entra un complejo de animales de zoológico".... ya sabe, explica sentado en el salon de su coqueto apartamento duplex Patrick Bouquet, uno de los habitantes de la Unidad. La Unidad Habitacional de Marsella es, además de monumento histórico francés, uno de los 17 edificios de Le Corbusier que el pasado 17 de julio fueron incluidos por la Unesco en la lista de obras patrimonio de la humanidad en virtud de una candidatura apoyada desde Argentina, Alemania, Francia, Suiza, Bélgica, Japón e India. "Es lógico que sea patrimonio mundial Le Corbusier era un manipulador fascinante y mediante esta estructura descomunal en la que  estamos nos vuelve a manipular como a niños...."explica Dominique Gerardin, propietaria desde hace 13 años del hotel Le Corbusier y del restaurante El Vientre del Arquitecto, situado también en la tercera planta del edificio.....
Borja Hermoso. El viajero. El País, viernes 5 de agosto de 2016

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