lunes, 15 de agosto de 2016

La contradicción de la luz

La baie des anges/ La bahía de los ángeles, de Jacques Demy, es el punto de llegada de la fascinación del arte por Niza. "Entre el lujo y la miseria".  Así se describe a sí mismo  el personaje interpretado por Jeanne Moreau en La baie des anges. De paso, dibuja con su voz grave el estado de quizá su alma, de su tiempo, del boulevard que pisa. En realidad, y pese a lo trágico de la afirmación, se limita a dar razón del vagar entre un extremo y otro al que le somete su adicción. Vive prácticamente en el casino de Niza. O en el Enghien-les-Bains cerca de París. O cuando las cosas le van bien en el de Mónaco. Y así conoce desde la dura soledad de los bancos de las estaciones de tren  a la exuberancia de los mejores hoteles....La segunda película de Jacques Demy, de ella hablamos, empieza con un plano extraño. La pantalla en negro encuadra en un círculo iluminado el gesto perdido de Moreau. Pelo rubio platino, vestido blanco. Solo una mancha de luz en el centro de la oscuridad. El iris se abre y, ante los ojos de un espectador aún no acostumbrado a la luz, se descubre exhausta la heroína trágica. Pasea por la Promenade des Anglais, no lejos del icónico hotel Le Negresco. Recuperar esa imagen cerca de la premonición, ahora y por siempre manchada de sangre, duele. La cinta de 1962 resume de manera perfecta la fascinación que siempre ha producido en el mundo del cine, de la literatura o de la pintura ese espacio casi mítico y contradictorio entre el cielo y el infierno, entre el lujo y la miseria, que se prolonga mucho más allá del cabo de Antibes desde la propia Niza (ese es el límite de la Bahía de los ángeles). El responsable de Los paraguas de Cherburgo militaba en la seriedad de los cielos que se desploman de la costa atlántica. Descubrir, de repente, el sol del sur hizo de él un director fundamentalmente melancólico. De pura luz. No hace tanto los museos de Marsella y de Aix-en-Provence repasaban en una exposición con el nombre de Le grand atelier du midi/ El gran taller del mediodía) la influencia ejercida en el nacimiento de la pintura moderna, no solo impresionista, de "la limpia suciedad de la luz". "Aquí el cielo está más alto" decía Braque antes de deconstruir la forma de la realidad en el cristal de la geometría. En los años 20 fue la generación perdida con Fitzgerald y Hemingway los que lo colonizaron desde Juan-les-Pines al oeste de Cannes siempre detrás de un tiempo que se quería, tras la Gran Guerra, necesariamente nuevo y por fuerza luminoso. Aunque infinitamente triste. En Suave es la noche se refleja la relación torturada de Scott y Zelda con la rara claridad atormentada de la bahía....Y no lejos del mismo resplandor, El jardín del Edén, la novela póstuma (en todos los sentidos) de Hemingway también ambientada en Cannes...
Luis Martínez. El Mundo, domingo 17 de julio de 2016

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