jueves, 18 de agosto de 2016

Muerte de un silencio

Los atentados de las Torres Gemelas en Nueva York despertaron aquellos crudelísimos fantasmas de la adolescencia. Y decidió enfrentarse a ellos escribiendo, como en un exorcismo. Clémence Boulouque (Prís, 1977) tenía apenas 13 años cuando su padre -juez antiterrorista- se suicidó arrasado por la insoportable presión mediática y pública a la que su trabajo se vio sometido cuando hubo de encargarse de los atentados que sufrió la capital gala a mediados de los años ochenta, con las sombras del Líbano y de Irán merodeando. Un asunto de política internacional que lo sobrepasaba vino a enturbiar su tarea y sus decisiones personales. La sospecha de haberse plegado a oscuras razones de Estado cayó sobre él. El juez Gilles Boulouque se pegó un tiro en la casa familiar de la calle Caulaincourt, en 1990, con el arma que le habían facilitado para su protección. Aquel trauma que Clémence enterró tan elípticamente afloró tozudo con la masacre del 11-S. Apenas dos años después publicó su primera novela, Muerte de un silencio, en la que da rienda suelta a la expresión de una dolorosa ausencia, la temprana orfandad, la pérdida. Pese a las fuertes connotaciones públicas, el relato se mueve en el territorio de la intimidad, de los recuerdos, de lo confesional.
H.J.P. Redacción. La Voz de Galicia, martes 2 de agosto de 2016
Muerte de un silencio. Clémence Boulouque. Editorial Perférica

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