lunes, 29 de agosto de 2016

Los caballeros blancos

"Entre la parálisis y la acción, solo hay un segundo de mala duda que yo soluciono moviéndome", decía Samuel Fuller para resumir su guerra de cineasta francotirador en Hollywood. Nos hemos acordado de la frase del maestro viendo Les chevaliers blancs/Los caballeros blancos, descarnada crónica de lo sucedido hace diez años con una oenegé que quiso llevarse ilegalmente del Chad a cien niños supuestamente huérfanos, para ser adoptados por familias francesas. El caso sirvió para que manipuladores de todo tipo tendieran sombras sobre la labor de las ayudas humanitarias. Hay un momento en el filme en el que el personaje interpretado por Vincent Lindon -un actor lacónico, áspero, quizá antipático, pero siempre con la presencia de una montaña- , al mando de la misión, utiliza más o menos las mismas palabras que Fuller empleaba para seguir adelante al encontrarse el primer muro legal. Y esa es la carga de profundidad de la película, que confronta hábilmente las leyes de los hombres con la moral individual. Es verdad que la hipocresía occidental y el doble efecto devastador del bien ya fueron tratados en muchos otros filmes donde cascos azules, oenegés y cooperantes hacían chapuzas por el mundo, burlando las mil trampas de la corrección y la burocracia. Desde farsas como Los negros también comen, del tándem Frerreri-Azcona, hasta Disparando a perros, pasando por Un día perfecto. Pero el belga Joachim Lafosse-director de la notable Perder la razón- es un cineasta dotado del gran don de la observación. Su película goza de un saludable estilo documental y toda la cansina monotonía de los tiempos muertos, en la noche, en los campamentos, en los largos viajes por el desierto africano, la jalona con algunas secuencias de choque inolvidables, cargadas de poderosa fuerza simbólica: la madre desesperada cuyo rostro no vemos y que persigue a los europeos para que se lleven a su bebé, o el niño hambriento sentado delante de un vaso de leche, negándose a beberlo. A veces Los caballeros blancos es un film frío, puede que incluso inane, pero es de esas películas que hacen falta en este miserable mundo neoliberal.
Eduardo Galán Blanco. La Voz de Galicia, domingo 21 de agosto de 2016  

No hay comentarios:

Publicar un comentario