lunes, 8 de agosto de 2016

Pastel de pera con lavanda

Fotograma de Pastel de pera con lavanda
Quinto largometraje  como director del prolífico guionista Éric Besnard, Pastel de pera con lavanda se cierra con un rótulo en el que se lee: Basado en un cuento de hadas real. El rótulo encierra una paradoja y probablemente funcione también como una falsa pista, porque el cineasta, lejos de transformar en relato cinematográfico una historia real, intenta dar fe de la exhaustiva labor de documentación sobre el autismo que, en colaboración con su propia esposa psicóloga, le sirvió para construir el personaje que encarna Benjamin Lavernhe: un enigma con síndrome de Aspergen que el relato reformulará como una suerte de hombre mágico capaz de tranformar las miradas - y el destino- de quienes le rodean. En Pastel de pera con lavanda una granjera viuda que intenta defenderse del acoso de los banqueros vendiendo merveilles  (el dulce del título en francés: Le goût des merveilles) en el mercado local colisiona (literalmente) con Pierre, un tipo entre la gelidez de una base de datos andante y el desvalimiento del niño perdido que acabará definiéndose como su improbable interés romántico. Besnard invierte esfuerzo en que el sentimentalismo no se desborde, pero no camufla que lo que está ofreciendo responde a ese modelo de película balsámica y empeñada en no buscarse problemas -y en no planteárselos al público- que el reciente cine francés está explotando hasta el agotamiento. Besnard intenta hacer una película sensorial pero cae en ese modelo de imagen que linda con la cursilería publicitaria de un anuncio de yogures. En ocasiones la cámara sigue la mano de Pierre sobrevolando los tallos de ese edénico entorno, redundando en esos tópicos visuales que necesitarían de otro tipo de talento para ser  redimibles.
J. C. El País, viernes 29 de julio de 2016 

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