jueves, 11 de agosto de 2016

Yves Bonnefoy, el último mito de la poesía francesa

Hace algo más de un año el poeta francés Yves Bonnefoy pasó por Madrid, atendió a un par de periodistas y dejó una frase flotando en el hall del hotel donde se alojaba: "La democracia es un modo de hacer sitio para dar cabida a la realidad de los otros". En esa certeza hay mucho de acierto."Por eso creo tanto en la poesía, por que es el origen de la conciencia democrática. La poesía restituye la presencia de los otros y nos hace respetarlos. Si abandonamos la poesía, que es lo que ahora está sucediendo , corremos el riesgo de devaluar el espíritu democrático". Es decir: la poesía como gran escuela de tolerancia. Ese es/era Yves Bonnefoy. El Poeta. El hombre que murió el 1 de julio en París a los 94 años dejando una estela de palabras bien dispuestas, bien escritas, bien firmes. Aquel que no se encastilló en lo literario sino que pisó y pensó el mundo. En los años 40 del siglo pasado se vinculó al grupo surrealista de segunda hora, el mismo que aún capitaneaba Breton aunque con un grupo de adeptos nuevos. Casi todos jóvenes. Y ahí estaba Bonnefoy, que poco antes dejó en la cuneta los estudios de matemáticas para vincularse a la poesía y al arte con una capacidad convulsiva para escuchar, para mirar. Había publicado el primer libro de versos, Tratado del pianista, pero aún estaba por cuajar. El impulso llegó en 1953, cuando dio a la imprenta Del movimiento y la inmovilidad de Douve, el primero de sus títulos reveladores. Un libro que abría senda y ensanchaba los límites de la experiencia del poeta que iba a ser Bonnefoy. Muy en solitario levantó una obra poética, ensayística, crítica y salpicada de traducciones (Shakespeare, Leopardi...). Bonnefoy trabajaba en un estudio de la Rue Lepic, en las faldas de Montmartre..."El ejército de la literatura requiere en ocasiones mantenerse prudentemente apartado". Deja casi 100 libros y esta traducido a 30 idiomas. El Diccionario de mitología le ocupó una década de trabajo coordinando a decenas de especialistas hasta dar forma a seis volúmenes. Lo consideraba su más lograda ambición: unos 6.200 nombres de personajes e instituciones relacionados con más de 20 repertorios mitológicos. "Cada vez más la mitología se nos presenta como uno de los grandes aspectos de nuestra relación con nosotros mismos". Lo escribió en el prólogo a la primera edición de 1981. Pero hay más . Los excelentes ensayos sobre Baudelaire y Rimbaud. Y las aproximaciones audaces a Goya, Picasso, Miró, Giacometti o Balthus.....
Antonio Lucas.El Mundo, domingo 3 de julio de 2016

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