jueves, 25 de agosto de 2016

EL cabaré dadá sigue abierto

Retrato de Tristan Tzara de r. Delaunay
El movimiento que reventó las costuras artísticas y literarias y abrió paso al surrealismo permanece vivo a sus 100 años. Dadá es centenario y aún no llegamos a comprender todo su alcance ni su significado. Un cabaré de excesos poéticos, plásticos, escultóricos, musicales y teatrales, con el nombre de Voltaire, fue su cuna en Zúrich durante la Primera Guerra Mundial. Allí recalaban artistas que huían de diferentes partes de Europa para berrear contra la carnicería, cuenta el crítico de arte Javier Maderuelo. Se requerían hombres nuevos, rudos y saltarines, "jinetes del hipo", según Tristan Tzara que expandieran lo que el artista llamó aquel "microbio virgen". Eufóricos permanentes en ese vértice de temperamentos revolucionarios", que fue la ciudad suiza, en palabras de Richard Huelsenbeck. Asesinos estéticos que pasaran a cuchillo las gargantas de lo que consideraban arte antiguo. Un compendio de definiciones excesivas e iconoclastas podrían alumbrarnos un poco más hoy, pero solo a modo de trampantojo. Cuando hace un siglo Hugo Ball lanzó el término en la revista Cabaret Voltaire, con el mismo nombre del antro en que todo comenzó hacia mayo de 191 6, no pudo calibrar el impacto que aquel tifón engendraba. Pero la duda sobre la paternidad de la marca también apuntaba a Tzara, que dijo descubrir el término "dadá" en el diccionario Larousse. Luego vendrían más explicaciones: caballo de madera, un doble sí en ruso y otras lenguas... Su legado perdura como una sombra de ruptura sin fin en la noria de exposiciones que lo reivindican hoy por todo el mundo. Entre Berín, París, Nueva York y Santander, donde el pasado jueves se ianuguró con fondos de la colección José María Lafuente, Dadá, una exposición esencial de carteles publicaciones e ilustraciones. El rastro dadá muestra un músculo poderoso y vigente. Aquel soplo desinhibido se forjó sobre dos ejes, define Maderuelo en el catálogo de la muestra santanderina, "una especie de ruido simultáneo" que aunará nombres y focos de todas las vanguardias rupturistas montando escándalos. Así se unieron Francis Piucabia, Man Ray, Picasso, Marcel Janco, Kandinsky, Marinet, Duchamp.... O André Breton, que aniquiló el movimiento con su ego megalómano hacia 1922, en pos del surrealismo. Se apuntaron sin dudarlo representantes del cubismo, el expresionismo, el futurismo....Entonando un unísono divergente que se esparció entre Berlín, París o Nueva York. Buscaban una renovación de la mirada global, contaminada por lo que para ellos había sido la peor guerra. "Lo que dadá expresaba era la negación del arte, la cultura o la política en sus formas tradicionales. Asento las bases conceptuales de su antiarte en la provocación, la ironía,el azar, quiso dinamitar los cimientos de la civilización burguesa europea", afirma José Antonio González Fuentes, comisario de la muestra de Cantabria..
Jesús Ruiz Montilla. El País, lunes 15 de agosto de 2016

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