viernes, 18 de mayo de 2018

Georges Benjamin un operista de genio

Lessons in Love and Violence
Las tres óperas de Georges Benjamin han visto la luz con una secuencia temporal casi matemática. En 2006 se estrenó en la Ópera Bastille de París, con una mínima puesta en escena de Daniel Jeanneteau, el "cuento lírico" Into the Little Hill, una ópera de cámara con tan solo dos cantantes femeninas y un reducido grupo instrumental que no llegaba a los 40 minutos. En 2012, el festival de Aix-en-Provence acogió con enorme éxito el estreno de Written on Skin, una ópera con una orquesta mucho más sustancial (unos 60 instrumentistas), cinco cantantes y cuya música se extendía una hora y media. Transcurrido un nuevo sexenio, puntual a su cita, el pasado jueves se dió a conocer en Londres, la ciudad natal de Benjamin, su tercera incursión en el género, Lessons in Love and Violence, de duración similar a la anterior y orquesta con parecidas dimensiones. Las tres comparten fidelidad inquebrantable al mismo libretista, el dramaturgo Martin Crimp, y las dos últimas han contado con su compatriota Katie Mitchell como directora de escena.
No está de más recordar someramente estos datos, porque quienes pudieran pensar que, tras el reconocimiento mundial de Written on Skin, al poder estrenar por fin una ópera en su país, con todos los medios a su alcance y en el templo sagrado de la Royal Opera House, Benjamin aprovecharía la circunstancia para componer una obra diferente, o de mucha mayor envergadura que las anteriores, han visto como se incumplían sus predicciones. Lessons in Love and Violence es una obra igual de intimista pero, si cabe más críptica, con un desarrollo menos lineal, pero también menos metafórico que Written on Skin. Esta partía de un tema trovadoresco (el marido que hace comer a su mujer sin saberlo, el corazón de su amante) como homenaje a la Provenza  donde inició su triunfal singladura, mientra que Benjamin y Crip se han inspirado ahora en la historia medieval inglesa, en concreto, en la recreación literaria que hizo Christopher Marlowe de la misteriosa relación que unía a Eduardo II y a su favorito, Pier Gaveston, una pareja contrapuesta a la formada por la mujer del rey , Isabel, y Mortimer, su jefe militar. Muertes por amor en ambos casos, pero ahora con nuevas identidades sexuales y distintos vértices en este nuevo cuadrilátero sentimental...
Luis Gago. Londres. El País, lunes 14 de mayo de 2018

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