Absorta en el debate sobre su pérdida de influencia cultural en el mundo, Francia se prepara para conmemorar los 50 años de una revuelta que ha marcado la memoria colectiva. La revuelta fracasó, pero la ensoñación construida entre las barricadas del bulevar Saint-Michel sigue emocionando al mundo. Muchos años más tarde, André Glucksmann, philosophe que había corrido desde la estricta fidelidad maoísta hasta la ortodoxia neocon, la recordaría como la revolución que hizo todas las preguntas y no halló ninguna de las respuestas. "En aquellos días", decía Glucksmann, "predominaba el insólito sentimiento de que la Historia dependía de los ciudadanos". El jueves 3 se cumplen 50 años del estallido de la rebelión que no sabemos denominar de otra forma que por su fecha"; una insurrección celebrada, criminalizada, mitificada o ignorada a lo largo de estas cinco décadas. Pero volvamos a revisar los hechos. La revuelta empezó por un asunto intrascendente, como siempre. A mediados de aquel curso, el ministro de la Juventud, François Missoffe, accedió a inaugurar la piscina de la Universidad de Nanterre, un campus de extrarradio construido para descongestionar la Sorbona . Y un foco de conflictos. Missoffe, veterano de la guerra de Indochina, fue increpado allí por un muchacho de 23 años:"He leído su Libro Blanco, señor. Cientos de páginas en las que no se dice ni una sola palabra sobre los problemas sexuales de los jóvenes"... Ese estudiante era Daniel Cohn-Bendit, dirigente del Movimiento 22 de Marzo y líder mediático de una juventud que emergía como una nueva clase. Surgida de la prosperidad económica, la explosión demográfica y la emigración a las ciudades de posguerra, la juventud que se rebelaba contra las reliquias de la V República ha vivido siempre en democracia, con un bienestar impensable para sus padres. De Gaulle habla de Mayo del 68 como "la revolución de los hijos de papá". Mitterrand la llama "la revuelta de los zánganos".
El viernes 3 de mayo, una protesta organizada por los universitarios de Nanterre concentra a cientos de estudiantes en el patio de la Sorbona. El rector Jean Roche, llama a la fuerza policial para restablecer el orden. El edifico es desalojado tras una batalla que se salda con 400 heridos.
Ese lunes, Cohn-Bendit y otros seis "camaradas expedientados" deben comparecer ante las autoridades académicas en la Sorbona. En torno a la universidad se concentraron cientos de manifestantes para demostrar su solidaridad. La marcha termina con la ocupación del recinto y con el choque entre los antidisturbios y cientos de estudiantes armados con palos, adoquines y cócteles molotov.
A partir de entonces la jerarquía es abolida en las aulas. Los alumnos evalúan a sus profesores, les tutean, se ríen de sus aires de superioridad:"Sed realistas..."En las calles del Barrio Latino triunfa la revolución. Trotskistas, maoístas, libertarios y situacionistas reivindican una causa que ya hemos olvidado...
Álvaro Tizón. Madrid. Papel. El Mundo, domingo, 29 de abril de 2018
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