Mayo del 68. Fue en la Asamblea, no en las barricadas, donde cambió para siempre la vida de las mujeres, gracias a una ley impulsada por la derecha que derogaba la criminalización de las prácticas anticonceptivas y abortistas.
En las páginas de actualidad cultural y cinematográfica de 1968 nunca faltaron Simone de Beauvoir, Marguerite Duras, Nathalie Sarraute, Jean Seberg y Françoise Sagan. Eran mujeres icónicas, individualistas a rabiar, cuya trayectoria se nos aparece hoy como la de los últimos monstruos sagrados de un feminismo libresco y culturalista.
Por muy extraño que nos aparezca hoy, no hubo ni antes ni durante las revueltas del 68 organizaciones feministas. A aquellos jóvenes nacidos en la década de los 50 no les interesaba hacer el recuento numérico entre sexos. Todos parecían participar por igual en la transgresión. A semejanza de las mujeres californianas, con el acceso libre a la contracepción regulada por ley, las francesas consiguieron su propio 68: tranquilidad sexual y alcanzar metas profesionales y estudios superiores. Aspiraciones demasiadas veces truncadas por embarazos no deseados. Y nada fue como antes para las mujeres en edad de procrear. La relación simbólica entre mujer y madre se fue escindiendo progresivamente. Y ese milagro de la química alcanzó a todas las capas sociales.
Fue, lo podemos constatar ahora la única revolución posible: la única que emancipó a las mujeres de sus servidumbres biológicas.
Para la generación de la píldora, la maternidad fue una opción. Renunciara a ella, otra.
Si hoy tuviésemos que echar algo de retórica sobre el 68, diríamos que primero fue un sentimiento individual de hartazgo generalizado, irrefrenable, violento, sin premeditación. Luego toda Francia fue abducida por una gigantesca ola de desobediencia cívica. La fraternidad era eso. La revuelta sin embargo acabó bruscamente. Para los 10 millones de huelguistas del 18 de mayo y el block-out del país. Y ganó De Gaulle en las urnas el 30 de junio. La barrida fue espectacular. A la mañana siguiente, equipos de barrenderos arrancaba a tiras restos de carteles con la nariz del general colgando hacia abajo. El poder no cambió de manos pero todo cambió radicalmente.
De la desobediencia cívica de aquellos meses quedaron pequeños epifenómenos que si anclaron conquistas sociales que no tuvieron vuelta atrás. Si hubo una revolución triunfante ésa fue la revolución institucional que fijó en un proyecto de ley la legalización de los anticonceptivos...Y fue posible gracias al empeño del diputado gaullista Lucien Neuwirth en el verano del 67. El discurso de Lucien Neuwirth, Acceder a la maternidad voluntaria, fue incisivo, preciso y tranquilizador: "La contracepción aplaza los nacimientos, no los impide"...El proyecto de ley se aprueba el 14 de diciembre de 1967. La Ley Neuwirth (1967) dejará vía libre a la Ley Veil (1974). Entre ambas fechas la brecha del 68 asoma... El feminismo militante del MLF surgió en 1970. Su acto fundacional fue simbólico. depositar una corona de flores bajo el Arco de Triunfo para "la mujer del soldado desconocido"...
El relevo generacional de los años 90 se rebeló contra la química" y los nietos de los sesenteros franceses se apuntan hoy a la ofensiva naturalista y a la maternidad ecológica. Existe entre las mujeres de 2018 una gran desafección: es la única constatación veraz que se puede hacer.
Carmen Grimau. Profesora de Francés. El Mundo, viernes 27 de abril de 2018
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