Amor, desamor, infidelidad, celos o diferencia de edad en la pareja, son algunos de los temas que aborda Amante por un día, de Philippe Garrel. La película ha sido filmada en blanco y negro, retratando escenas cotidianas, con secuencias en la calle, pocos diálogos y una voz en off (la de Laetitia Spigarelli) que refleja las emociones internas de los personajes. Está tan influida por la Nouvelle Vague francesa que parece que la hubiera dirigido uno de sus realizadores. La sensación no es casual. Garrel, hijo del actor Maurice Garrel, marido de la actriz Brigitte Sy y padre de los intérpretes Louis y Esther Garrel, protagonista esta última del film, se crió cuando estaba en plena efervescencia el movimiento que modernizó el cine francés a finales de los años 50 y principios de los 60. La trama de Amante por un día es muy simple. Jeanne (Esther Garrel) es una joven veinteañera que se ve obligada a regresar en plena noche, rota por el dolor, a casa de Gilles (Éric Caravaca, Nuestra vida en la Borgoña), su padre. Lo hace tras romper con su novio (Paul Toucang), el primer gran amor de su vida, que acaba de echarla del apartamento que ambos compartían. Ella no lo sabe, aunque el espectador ya está avisado por una escena al inicio del filme, pero su progenitor es un profesor que mantiene una relación con Ariane (Louise Chevillotte), una de sus alumnas. Jeanne y Ariane tienen una edad muy parecida. La cinta se centra en el modo de vivir el amor cada uno de los personajes y en la dinámica que se establece entre ellos. Destaca la aparente complicidad que se establece entre ambas chicas, cimentada sobre el silencio que guardará cada una de ellas sobre un comprometedor secreto que una y otra prefieren que Gilles no llegue a conocer...
Juan Pando. El Mundo, viernes 4 de mayo de 2018
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