lunes, 21 de mayo de 2018

Una Palma de Oro evidente

El director japonés  Hirokazu Kore-Eda
El mejor sitio para esconder algo es dejarlo bien a la vista. Ahí dejó su carta Edgar Allan Poe y ahí estaba la Palma de Oro. En un año marcado por la mujer en un festival que se anunció mujer o nada, todos los pronósticos apuntaban a dos de las películas en competición. La primera por ser uno de los milagros de la sección oficial y la segunda por si acaso. Las dos dirigidas por mujeres. La presidenta Cate Blanchett, mujer. Pues no, al final, todos los justos y merecidos honores fueron para el japonés Hirokazu Kore-Eda. Shoplifters /Ladrones de tiendas no es quizá esa obra mayor llamada a definir el año, pero sí es una de las grandes películas que han pasado por la competición muy cerca de lo memorable. Para situarnos, la cinta ganadora es un resumen mejorado de la filmografía del director. La mayor sorpresa es que no hay ni el menor asomo de novedad. De nuevo, la familia, los niños, los suburbios y, otra vez, como en la lejana Nadie sabe, la pobreza. Ahora, eso sí, la voz suena mucho más afinada, más cruda, más veraz. Sus últimos trabajos, hasta los más premiados, se movían por un terreno cenagoso entre lo tierno, lo fácilmente aplaudible y lo esencialmente cursi. Ahora hace sangre. Lo que se acierta a ver en esta historia de padres por accidente e hijos por necesidad es una heterodoxa relectura de la institución familiar. Eso y un desasosegante retrato del mundo que pisamos. El perfecto manejo de los tiempos, la aquilatada experiencia para hurgar en la mirada infantil y la profundidad de cada una de las heridas expuestas nos devuelven así una Palma de Oro tan evidente que sólo hacía falta mirar...
Luis Martínez. Cannes. Papel. El Mundo, domingo 20 de mayo de 2018

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