martes, 12 de febrero de 2019

De Chagall a Malévich


La pintura abstracta debajo del 'Cuadrado negro' de Malevich.
Era 1905 en Rusia. Era el zar Nicolás II y el motín del acorazado de Potemkin en Odessa, primera señal del fin de su poder absoluto. La penumbra lo untaba todo, el hambre, el miedo, el exceso, la violencia desatada. Rusia estaba mutando de una convulsión a otra. Y el arte buscaba su sitio de nuevo en medio del incendio. En París, Matisse presenta ese año, Lujo, calma y voluptuosidad provocando espasmos en el respetable. Vlaming y Derain capitaneaban el fauvismo. Picasso lo buscaba todo y en todas las direcciones. El postimpresionismo se consumía solo. Y en Rusia los artistas ya no se emocionaban pintando las paredes de las isbas (casas forestales). Preferían comenzar casi de cero.
Los aristas fibrilaron el otro corazón de Rusia. Y la aventura de aquella revolución, su auge y su caída, llega a la Fundación Mapfre (Madrid) en una exposición que puede ser leída como el atlas revolucionario de un tiempo y un lenguaje donde todo estaba, de nuevo, por hacer: De Chagall a Malévich: el arte en revolución, hasta el 5 de mayo y al cuidado de Jean-Louis Prat.
La tesis es sencilla: el arte avanzó espectacularmente mientras Rusia se grangenaba de nuevo después de la caída de los zares. Ese principio de metamorfosis tenía mil ramificaciones, mil deseos, mil ansiedades. Y ninguna cuadraba con los jerarcas políticos de tanto desastre, de tanta promesa traicionada. 
Dos creadores dispararon a la misma diana desde distinta distancia. Chagall y su lirismo levítico (tan surrealizante) y Malévich apostado en la abstracción geométrica, tan psíquica. Entre medias, tantas corrientes que empujan a la vez y que en Rusia toman cuerpo después del espectáculo que ya empezaba a tomar cuerpo en Berlín y en París, faros de costa del arte por estrenar. "Los demonios de la modernidad se adueñan de la intelligentsia de Moscú y San Petersburgo, las capitales míticas de Rusia en las que se encarnan las visiones complementarias de Oriente y Occidente", dice Prat.
Los artistas viajan, descubren, asimilan lo visto fuera de casA y prueban al llegar. En los años que van de 1905 al comienzo del desastre definitivo, en la década de 1930, Rusia es el eje nervioso de la vanguardia. En esta muestra el recorrido de esta expedición es claro: los 29 artistas invitados van saltando por mil espacios estéticos y en las 90 obras escogidas se aprecia un ánimo incansable de transformación. Estos artistas aprendieron la subversión antes de 1917. Creyeron en la libertad antes que en la política. No consensuaron un camino, sino que decidieron avanzar por todos con vocación de un mundo nuevo. Pero la Revolución amiga les falló. La Revolución de todos se estrechó hasta la asfixia. La Revolución gloriosa impuso un régimen de cementerio. Y todo lo ganaron y todo lo perdieron, como en el poema de Manuel Machado. ..
El cubismo abrió senda. El surrealismo sembró el veneno. Y el arte popular, y los iconos rusos, fueron el suelo en que apoyarse. En 1910 Chagall se instala en París. En 1923 Malévich presenta su radical Cuadro negro. Las nuevas expresiones del arte circulan de una ciudad a otra...
Antonio Lucas. Madrid. El Mundo, lunes 11 de febrero de 2019

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