Street art en Grenoble |
En el 14 de la Rue Jean-Jacques Rousseau se halla la casa natal de Henry Beyle, más conocido como Stendhal (1783-1842). El escritor de Rojo y negro, La cartuja de Parma o Paseos por Roma - y quien dio nombre al famoso síndrome provocado por la visión de la belleza en el ánimo del viajero- vivió en el el centro histórico de Grenoble el despertar de la infancia, pero también el desencuentro con la autoridad, encarnada en la figura de un padre nada condescendiente con la rebeldía juvenil. Stendhal halló refugio a la vuelta de la esquina, en casa de su abuelo, el doctor Gagnon, que tan determinante fue para él. En su hotel particulier se levanta su museo (20, rue Grande Rue), que recorre la vida y la obra del escritor. Desde la terraza se obtienen las vistas que veía Stendhal del Jardin de Ville, un amplio parque por el que hoy corretean otros niños y en cuyo final se le dedica un medallón esculpido por Rodin.
Pasear por este centro medieval, comercial y colorido es ir al encuentro de mercados y edificios históricos como el hotel Rabot, del siglo XVI que alberga la librería Arthaud. El cercano mercado cubierto de Sainte-Claire es refinado y cómodo. Pero por dimensiones y por su ubicación al aire libre es más resultón el de la Place aux Herbes. Todos los caminos llevan a la catedral de Notre-Dame cuya plaza viene presidida por la Fontaine de Trois Ordres, esculpida por Henri Ding en 1897. A unos 200 metros, en la escondida Place des Tilleuls se encuentra el peculiar anticuario L'île aux trésors.
En la plaza de Saint-André se encuentra el Café de la Table Ronde, el más legendario de Grenoble y uno de los más antiguos de Francia, abierto desde 1739... Aquí se han sentado, inspirado y conspirado Jean-Jacques Rousseau, Stendhal, Léon Gambetta, Sarah Bernhardt, Léon Blum, Jacques Brel, Georges Brassens o Léo Ferré. Cerca está el Parlamento y el Teatro Municipal con su espléndida fachada trasera déco.
Y ahora sí, ya se puede entrar en el Grenoble del siglo XX, decisivo para una ciudad en la que el uso del hormigón transformó su condición de capital de los Alpes dejando una sólida huella arquitectónica. En el parque Paul Mistral, la torre Perret, Auguste Perret, es el faro que queda de la exposición internacional de la energía hidroeléctrica y el turismo de 1925. El genial arquitecto concibió una obra que llamó"torre para poder mirar a las montañas" y fascinó a una ciudad que estaba acostumbrada a observase desde las montañas, pero no a la inversa. Hasta 1965 su ascensor no dejó de subir a gente hasta sus 86 metros de altura para que sucumbieran a la belleza natural que les rodeaba. En cuestión de 10 años se inauguraron bulevares que abrieron las perspectivas. Irrumpió el art déco con su afirmación horizontal, sus balcones circulares y su elegancia geométrica. En la ruta destacan cuatro inmuebles de Georges Serbonet: Gambetta Rivet, Le Turenne, Strasbourg y el Condorcet ...
Use Lahoz. El Viajero. El País, viernes 8 de febrero de 2019
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