Una carretera serpentea entre la niebla hasta llegar a Montfa, un pueblo de 400 habitantes en el departamento del Tarn, en el sur de Francia. En la sala del minúsculo Ayuntamiento, decorada con una fotografía del presidente, Emmanuel Macron, y una copia de la Declaración de los derechos humanos, una treintena de personas escuchan al diputado Philippe Folliot, representante local de la Asamblea Nacional.
"Adelante", les anima Folliot. "Quién toma la palabra?".
Poco a poco las lenguas se desatan. Alguien propone aumentar los impuestos para las multinacionales que contaminan, en vez de a los ciudadanos de a pie que necesitan el coche para desplazarse. Otros lamentan el cierre de los servicios públicos, lo que les obliga a desplazarse a Castres -segunda ciudad del Tarn; la primera es Albi- para los papeles administrativos...
Francia se ha puesto a hablar. Primero fueron los chalecos amarillos: los franceses que, agitando la prenda fluorescente, en noviembre empezaron a ocupar rotondas y peajes, y a manifestarse en las ciudades. La cólera de las clases medias empobrecidas -una Francia de las ciudades pequeñas y medianas que se siente despreciada por Macron- ha dejado paso a una discusión mas sosegada. Desde mediados de enero y por iniciativa de Macron, decenas de reuniones se celebran cada día por todo el país. Los debates durarán hasta mediados de marzo. Nadie sabe como acabará el experimento. De momento parece una oportunidad para que los franceses expresen sus dudas, sus demandas, sus esperanzas y sus frustraciones. Una terapia colectiva para la Francia del malestar...
Es jueves, once de la noche y acaba de terminar la segunda jornada de debates (seis en total, repartidos en tres días) organizados por le diputado Folliot hoy adscrito al partido de Macron. Las reglas son las mismas en las seis reuniones, cuatro temas -ecología, fiscalidad y servicios públicos, ciudadanía y democracia, y organización del Estado- y dos minutos por intervención. Es un ejercicio de democracia de base...
Saliendo de Albi, montaña arriba, el móvil pierde cobertura. En Le Fraysse. a las nueve de la noche, no se ve otra luz que la del salón de actos...Cuando la cónclave se acaba, se forman corrillos. Ahí están los gendarmes locales y Joël Marquès, de 64 años, alcalde de la aldea de Curvalle y agricultor... Esto es Occitania, tierra de rugby y de cátaros. En el Tarn (388.000 habitantes), la tasa de paro era el tercer trimestre de 2018 del 9,7%, seis décimas superior a la media nacional. Marine Le Pen ganó la primera vuelta de las elecciones presidenciales de 2017 y perdió la segunda vuelta ante Macron...Joël Marquès votó a Macron en la segunda vuelta de las presidenciales "Macron dio esperanza. Era joven. Tenía ideas", recuerda. "Se le subió el éxito a la cabeza. Los chalecos amarillos pueden hacerle bien".
Marc Bassets. Albi. El País, lunes 28 de enero de 2019
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