lunes, 18 de febrero de 2019

High Life

Claire Denis 
High Life es desde ya la más desesperada y bella película del año. De este que empieza y de los 
que vendrán. Da lo mismo cuántos. Claire Denis (París, 1946) se arriesga a componer una película  de ciencia ficción tan radical en cada uno de sus planteamientos que subyuga. Es un cine vocacionalmente abstracto, sensorial y voluptuoso que hace que la pantalla adquiera un tacto carnal, áspero y oscuro. Casi lascivo. La película desde su primera y electrizante escena, se comporta como un tótem, una pieza sagrada, ligeramente hermética y por fuerza preñada de significados. No todos ocultos. La voluntad de utilizar los elementos narrativos de la ciencia-ficción para construir desde ellos un universo propio la colocan al lado de la literatura de Stanislaw Lem o de la nueva gramática iluminada del mismo Kubrick. Y la resonancia casi milagrosa de cada plano hacen de ella uno de esos iconos ortodoxos a los que en puridad aspiraba el mismo Tarkovski encarnado en la figura de Andrei Rublev. High Life se aventura por un lugar nuevo, turbio y revolucionario, a su modo y, sin el menor atisbo de duda, fascinante. Pocas películas tan irrenunciables, por hipnóticas, por voraces, por invasivas y reveladoras en el más amplio y mejor de los sentidos...
Luis Martínez. El Mundo, domingo 3 de febrero de 2019 

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