Vista de la exposición en el Museo Victoria & Albert |
"Qué revolución, querido! Su ropa ha lanzado un New Look", le dijo Claire Snow, a la sazón directora del Harper's Bazaar. Y así arrancó la leyenda de Dior, concretada en el famoso traje bar: chaqueta entallada de seda color marfil y falda negra plisada, en tafetán algodón.
El Museo Victoria & Albert adquirió la codiciada pieza a finales de los 50 y la exhibe ahora como la principal atracción de Christian Dior: diseñador de los sueños, una reinterpretación a los grande y a la inglesa de la exposición original de París que supone la coronación final del modisto francés, encaramado al podio del diseño londinense junto a Alexander McQueen y Balenciaga.
El V&A, artífice también de la exposición de David Bowie Is, vuelve a tirar la casa por la ventana y deslumbra a los visitantes (más de 35.000 entradas vendidas) con un efectista juego de luces y espejos para mayor gloria de la Casa Dior, en ese ballroom final donde se condensan no solo las creaciones del patrón, también las de todos los diseñadores que se fueron pasando la antorcha: Yves Saint-Laurent, Gianfranco Ferré, John Galliano...
A modo de viaje onírico, de década en década, los vestidos ampulosos, los motivos florales y el revival histórico nos transportan a un mundo de cuento de hadas, privativo y ficticio, en el que los maniquíes parecen volar como Mary Poppins, pero sin necesidad de paraguas.
Las loas a la exposición han compartido las justificadas críticas por la falta de contexto histórico. Rachel Cooke, en The Observer, recuerda como el lustroso New Look causó en su día un revuelo entre las propias mujeres, que recibieron a Dior a su paso por Chicago con pancartas como ésta: "¡Aborrecemos los vestidos que llegan hasta el suelo!"...
La coronación de Dior sería incompleta sin el el traje que le hizo a la princesa Margarita para su 21 cumpleaños...
Carlos Fresneda. Londres. El Mundo 6 de febrero de 2019.
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