jueves, 14 de marzo de 2019

Bitna bajo el cielo de Seúl

Jean-Marie Gustave Le Clézio
El escritor Jean-Marie Gustave Le Clézio cumplirá el año próximo los 80 pero preserva el mismo aire de cowboy solitario y bondadoso, de gran nómada de las letras contemporáneas, un hombre tranquilo cuya cólera, dice, bulle por dentro. Le preocupan la degradación medioambiental o los horizontes sombríos para los jóvenes de hoy. La literatura en la que cree, tal como la concibe, "es una especie de llamamiento a la indignación, a la revuelta", dice apelando a Albert Camus. J-M.G. Le Clézio, Nobel de literatura en 2008, no ha perdido la energía. Ni para viajar por todos los rincones del mundo, como lleva haciendo desde hace décadas, ni para seguir escribiendo.
Mi esperanza de vida es ya muy limitada", dijo ayer en un café de los grandes almacenes parisinos Au Bon Marché, que Émile Zola retrató en su novela El paraíso de las damas. "Todavía necesito escribir, aprovechar este tiempo. Espero poder hacerlo hasta el final".
Le Clézio no dispone de un hogar fijo. Vive con su mujer a medio camino entre Nanjing (China) y Nuevo México (Estados Unidos). Ahora pasa unos días en París antes de viajar la próxima semana a Madrid. Su novela más reciente, Bitna bajo el cielo de Seúl, sale a la venta en España el 7 de marzo, publicada por la editorial Lumen y traducida por María Teresa Gallego Urrutia y Amaya García Gallego.
Bitna bajo el cielo de Seúl es la historia de Bitna, que significa luz, una estudiante de casi 18 años que, para ganarse un dinero le cuenta historias a Salomé, una mujer con una enfermedad terminal. Es una novela breve y límpida, lecléziana en muchos aspectos. Lo es en el escenario exótico para la mayoría de europeos pero que el autor de Mondo y otras historias, Desierto y Diego y Frida conoce bien porque ha vivido en Corea del Sur, donde dio clases en la universidad. Es lecléziana también en la presencia de niños abandonados y todo tipo de animales. Gatos, ratas, pájaros...
Durante una época, hacia los 20 años, el escritor se dedicaba a seguir a perros abandonados por las calles de Niza, su ciudad natal. La escena aparece en su primera novela  El atestado, que en 1963, le valió el premio Renaudot y le lanzó a la fama literaria. "Los perros no van a ningún lugar, van a ver a otros perros, no tienen otro objetivo", dice ahora...
Marc Bassets. París. El País, domingo 3 de marzo de 2019

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