sábado, 2 de marzo de 2019

El vino y el roble: una eterna historia de amor

 El bosque de Darney
Melocotón, regaliz, vainilla, ahumados, savia...Uno de los caminos que descienden desde Borgoña hacia la cordillera de los Vosgos anticipa los olores y los colores más íntimos de la bodega. La humedad destila entre los helechos del camino y hace crecer los hongos, disfrazados entre las hojas de los retoños de roble. Los rayos de sol apenas pueden traspasar semejante capa vegetal, y la mezcla de frío invernal y de rocío convierte la vegetación en un manto de bisutería mágica que se mueve en cada soplo de brisa.
Allí en uno de los robledales del bosque de Darney, entre ciervos y jabalíes y cerca de las míticas viñas de la Borgoña francesa, las uvas de esa zona, la pinot noir y la chardonnay, formalizaron hace más de 2000 años una de las relaciones más duradera y sabrosas de la historia. Le pidieron a la bellota que les protegiera y les ayudara a crecer y desarrollar todas sus cualidades.
Desde entonces las barricas de roble francés cuidan, preservan y condimentan algunos de los vinos más reconocidos y prestigiosos no solo en la Borgoña francesa, sino también en el resto del planeta. La pregunta es por qué. ¿Qué vieron los romanos cuando conquistaron la Galia en los contenedores de madera que ya utilizaban Astérix y Obélix?¿Cuáles son los secretos que convierten algunas barricas de roble francés en objetos de culto enológico? ¿Es cierto que se puede saborear la historia  en un sorbo después de los doscientos años que necesita un roble francés?
"El vino te cuenta una película cargada de aromas, sabores, experiencia y tradición. La uva es la protagonista, pero por una parte se la transmite la madera. De lo que se trata es de lograr que el roble te cuente su historia, pero con las palabras que tu quieres con los adjetivos que tu le pidas", asegura el director gerente de las Bodegas Luis Alegre, Alejandro Simó. Él conoce perfectamente ese roble, el Quercus petrea. Fue tonelero antes que enólogo y productor de sus propios vinos.
En un viaje sin precedentes al corazón de Borgoña, Simó ha embarcado a algunos de los mejores sumilleres de este país para descubrir sobre el terreno los secretos de la madera, desde el bosque hasta las manos de los artesanos pasando por el aserradero y por uno de los mayores parques del mundo de curado de las duelas...
Pedro Gorospe. El País Semanal, 15 de febrero de 2019

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