viernes, 1 de marzo de 2019

Paco Ibáñez:"Vale la pena vivir para una canción"

Paco Ibañez con Goytisolo
Paco Ibáñez (Valencia,1934) vive en una casa con azotea en el centro de Barcelona. En la azotea jugaba a las cartas con su amigo José Agustín Goytisolo, que un día le dio los versos de Palabras para Julia, cuando otra Julia (Julia Sanjuán), su mujer, arqueóloga, no había aún entrado en su vida. Al lado del salón donde comen, Paco ejerce el oficio que el antiguo filósofo Zenón aconsejaba a los de su estirpe: la carpintería. El padre de Paco fue ebanista republicano y el cantante aprendió a seguirlo en esa pasión por domar la madera. Vasco casado con valenciana, sufrió destierro y exilio como consecuencia de la guerra, y Paco siguió esa estela y también la pasión de llevarse la carpintería a todas partes. El padre tenía estilo con las castañuelas. En las canciones de Paco no hay castañuelas, es sobrio como una voz, pero la casa y las casas de sus amigos, las tienes de todas clases esculpidas por él. A quien no lo haya conocido personalmente y solo lo tenga en cuenta por sus canciones le parecería que Paco Ibáñez es un monje de pelo desordenado, de barba a medio hacer, reconcentrado como un monje de Silos. Y es, sin embargo, un hombre que abraza como un oso y se ríe con todo el cuerpo. Cocina, además, y es afectuoso. Cataluña es su sitio desde 1994, pero no es la primera vez que vive aquí este parisiense de alma vasca. Aquí tiene conciertos y amigos, y ahora que se cumple medio siglo de su debut en el Olympia, santuario laico de los españoles que, como él, allí probaron su voz y sus palabras, celebró en París (el pasado 24 d enero, en el Casino) y en algunos lugares de España (Madrid,28 y 29 de enero, y luego en Barcelona, Cádiz y otros) la música que le nació escuchando a Georges Brassens, su otro padre. Hablamos junto a la azotea en una mesa de su cuarto de dormir. Un libro de Brassens, el Quijote y Atahualpa Yupanqui están a su alrededor; la casa está llena de poesía, hasta en el taller de ebanistería. Sin los poetas él no sería Paco Ibáñez, lo habitan desde Luis de Góngora hasta Rafael Alberti. La percepción que produce su cercanía es la de un hombre bueno que no práctica la envidia y que tiene en alta estima la gratitud. Empieza por ajustar una cuenta pendiente con Joan Manuel Serrat, nada más sentarnos ante su camilla...
Juan Cruz. El País Semanal, 12 de febrero de 2019 

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