El hotel Bougnol-Quintana |
En La destrucción de la memoria, Robert Bevan (La Caja Books) apunta que la arquitectura genera significado por su función cotidiana, por su presencia en el paisaje, por su diseño o como mero contenedor de historia y memoria. A 18 kilómetros de Collioure, en el municipio de Elna, se levanta un placete de tres plantas, coronado por una cúpula acristalada, entre huertos y un pequeño bosque, hoy reconvertido en museo. En 1939, una joven maestra suiza, desplazada allí para socorrer a los refugiados, vio en esa estructura abandonada el lugar ideal para acondicionar una maternidad, destinada a las mujeres embarazadas que malvivían en los insalubres campos de internamiento del sur de Francia, especialmente el de la cercana playa de Argelès-sur-Mer, en cuya inhóspita arena muy pocos niños sobrevivían. Con ayuda de su país y donaciones particulares, Elisabeth Eidenbenz creó un espacio de dignidad y resistencia para las mujeres, cuidadas con mimo antes y después de dar a luz. Las fotografías que ella misma tomó dejaron constancia del pequeño milagro y de la celebración de la vida que ocurrió entre esas paredes, acorraladas por el hambre, la ruina moral y la muerte. En la sala de partos, entre diciembre de 1939 y abril de 1944, nacieron casi 600 niños, hijos de refugiadas de la Guerra Civil y de judías que escapaban del horror nazi. En aquel solidario y efímero reino de mujeres no se hacía distinción entre sus ocupantes, sin importar su religión,nacionalidad o clase...
Marta Rebón. El País, miércoles 6 de marzo de 2019
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