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Fotograma de Hablame de tí |
La premisa es propia de un melodrama habitual: un alto ejecutivo de una empresa automovilística, egoísta, ambicioso y sin escrúpulos, sufre un ictus y pierde la memoria y la capacidad de hablar correctamente. Pero el desarrollo posterior se decanta irremisiblemente hacia la comedia, en virtud de un guión y una puesta en escena amables que eluden el tremendismo y el efectismo para apostar por los equívocos y los enredos, fundamentalmente lingüísticos que provoca el protagonista entre quienes le rodean, al confundir las ideas y las palabras. Unas situaciones cómicas prácticamente imposibles de adaptar o traducir a otro idioma, lo que dificulta seriamente el disfrute de las mismas a quienes no dominen el francés (los subtítulos en la versión original van por libre y de la versión doblada mejor no hablamos), un poco como sucedía en Bienvenidos al Norte con el lenguaje ch'ti de Dany Boon. Lo que sí es universal es la memorable composición del protagonista que regala el veterano Fabrice Luchini, que no solo es capaz de sacar adelante sus disparatados diálogos sino que consigue dotar de bonhomía un personaje desagradable y antipático, epítome indiscutible del perfecto capitalista encantado de haberse conocido que debe rehacer su vida, recomenzando de cero y asumiendo sus muchos errores. Les suena, ¿verdad? Y es que la moraleja humanista y buen rollista del filme es de una obviedad clamorosa, lo cual no es obstáculo para que sea discretamente contenido. Por menos de eso, a algunas películas hasta les dan el Oscar...
Alberto Luchini. El Mundo, viernes 8 de marzo de 2019.
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