sábado, 23 de marzo de 2019

Dos mundos en una isla

Puerto pesquero de Saint Louis
Suelen repetir las guías de viajes que Saint Louis, al norte de Senegal, junto a la frontera con Mauritania  y en la de-sembocadura del río Senegal, es "la Venecia de África, por esa agua que forma parte de la ciudad tanto como la tierra, y la "Nueva Orleans de África", por su arquitectura colonial y también por el jazz que aquí trajeron, para quedarse, los soldados norteamericanos durante la Segunda Guerra Mundial. Lo trajeron de regreso, habría que decir, porque de esta África occidental es de donde partieron, en barcos de esclavos, los ritmos que terminarían germinando, al otro lado del Atlántico, en ese jazz que florecería en los burdeles de Luisiana.
Y sí, las etiquetas funcionan, como lo hacen los eslóganes. Pero Saint-Louis  no las necesita en realidad. Ni tampoco le benefician. Porque con ellas solo se cuenta una parte, o una historia, del destino. Uno de los dos mundos que cohabitan, o chocan, mejor dicho, aquí. La versión oficial de la ciudad colonial, la primera que fundaron los europeos, los marineros normandos que llegaron a mediados del siglo XVII, y que la bautizaron así en honor a su antiguo rey Luis IX y del actual entonces Luis XIV.
Esta es la ciudad de postal. La Saint Louis en cuadrícula de arquitectura colonial hoy Patrimonio Mundial de la Unesco y de rostro entre decadente y ruinoso que va regenerándose año tras año con la llegada de nuevos turistas e inversores. Esta es la zona en la que han ido proliferando los hoteles, los restaurantes y clubes y las pequeñas tiendas de souvenirs y de moda.
La que se recorre fácilmente a pie, con sus dos kilómetros de largo y menos de medio de ancho, o incluso en calesa... Pero es sólo una Saint Louis. La otra está del otro lado del puente, en los barrios N'Dar Tout y Guet N'Dar, en una lengua de terreno que separa al río del océano. En el primero empieza a verse de verdad la vida de esta ciudad senegalesa, con el bullicio de su mercado, el mejor lugar donde comprar las telas wax que históricamente trajeron aquí los mercaderes holandeses y que hoy son ya un referente textil en el país. En el segundo es donde se produce la explosión demográfica definitiva. 
Guet N'Dar es uno de los lugares más densos de África, uno de los puntos más habitados del planeta. Cerca de 30.000 personas, una gran mayoría niños, viven en esta zona de apenas un puñado de calles literalmente atestadas de gente. Guet N'Dar es un barrio de pescadores donde de generación en generación  salen a faenar  en los cientos de piraguas pintadas de colores que se ven amarradas en el río... Todas estas piraguas  que se acumalan en la ladera del canal  que separa el barrio de la zona colonial  son los tristemente célebres cayucos que muchos senegaleses aquí han usado durante años  para alcanzar las islas Canarias. Y esa parte del pasado reciente  y del presente de la ciudad no cabe en una etiqueta. 
David López Canales. El Mundo, 26 de febrero de 2018.

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