Raphaël Glucksmann |
Glucksmann lo asume. No rehúye ningún debate, ninguna discusión, ni en las rotondas de los chalecos amarillos ni en los teatros y centros sociales de toda Francia en los que lleva desde finales de 2018 presentando su último proyecto, Plaza Pública. Un movimiento con el que busca reagrupar a la izquierda francesa dinamitada tras la victoria de Emmanuel Macron en 2017 para hacerla converger, para empezar, en una lista única para las elecciones europeas de mayo. Igual que el patinete roto, también la mayoría de partidos a los que ha apelado amenazan con dejarle colgado, al menos hasta ahora. La fecha que se han fijado los cofundadores de Plaza Pública -Glucksmann, el economista Thomas Porcher y la ecologista Claire Nouvian- para decidir si siguen adelante o no con la lista es el 15 de marzo. Tampoco excluyen ya estructurarse como movimiento, aunque eso pueda contribuir, paradójicamente, a una mayor fragmentación de la izquierda.
En cualquier caso, Glucksmann parece dispuesto a seguir llamando a todas las puertas. Al fin y al cabo, este ensayista, periodista y realizador se mueve como pocos en la escena política francesa en la que acaba de irrumpir. Lo lleva haciendo desde la cuna. Nacido y crecido en los círculos de la élite política y pensadora de París -es hijo del filósofo André Glucksmann, con quien escribió el ensayo Mayo del 68 explicado a Nicolas Sarkozy- se formó en las mismas prestigiosas escuelas donde estudiaron muchos de los que hoy ocupan puestos en el Elíseo y, también, los que, desde la oposición, aspiran a gobernar Francia algún día. "Los conozco a todos", dice. Y también a muchas personalidades allende las fronteras galas. "Cuando era pequeño, el mundo entero venía a cena a casa", cuenta...
Silvia Ayuso. París. El País, lunes 11 de mayo de 2019.
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