lunes, 17 de junio de 2019

Clara y Claire


En las nuevas relaciones sociales, el gran cambio lo supone el tiempo de respuesta. Tiempo para contestar, tiempo para pensar, tiempo para esconderse, tiempo para dudar, tiempo para encontrar, tiempo para inventar. En el cara a cara no cabe la táctica: al final salimos nosotros mismos, se nos acaba escapando el interior hacia el exterior, solo se puede mentir durante un rato, En un flirteo por Facebook, por WhatsApp, por pantalla, con el refugio de la intimidad  y de la inventiva, podemos ser cualquiera. Incluso otros muy distintos. Justo lo que hace la protagonista de la excelente Clara y Claire: inventarse un otro  yo más fascinante (o no) y, en cierto modo, más seguro. 
En las relaciones sentimentales virtuales se puede hasta fornicar. Con la imaginación como vía, la palabra como medio y la pantalla como red de seguridad. Es el amor seguro. Si dos personas no llegan a mirarse a los ojos apenas cabe la decepción. Y Safy Nebbou, en su sexto largo metraje inspirado en una novela de Camille Laurens (Celle que vous croyez), 2016, demuestra sensibilidad y complejidad. También capacidad narrativa en un último acto, al que da pie un esplendoroso giro de guión a la hora y cinco minutos de metraje, que en principio puede resultar forzado, pero que adquiere un muy atractivo sabor metalingüístico, con el que se despliegan dos nuevas e interesantísimas posibilidades para la historia de amor cibernético que domina la película.
Nebbou se apoya además en un prodigio, el de Juliette Binoche, capaz de dar sentido con cada mínimo gesto en primerísimo plano a cada una de las frases de los numerosos chats con su joven amante virtual. Una actriz mayúscula que da vida a una mujer obsesionada por el pasado, por la decadencia del rostro y del cuerpo, por el dolor experimentado. Ese personaje que se inventa una doble más joven y que resulta irresistible en su sabiduría de haber vivido. El perfecto disfraz.
J.O. El País, viernes 31 de mayo de 2019

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