domingo, 23 de junio de 2019

Un pueblo llamado Descartes. Viajero del siglo XVII

Casa natal de Descartes
Un patio presidido por un árbol de Judea pletórico de flores rosadas da paso a una casa de dos pisos con puertas y ventanas blancas. Descartes pasó ahí su infancia al cuidado de su abuela. Unos años más tarde iría a estudiar a un colegio jesuita de La Flèche y más tarde a la Universidad de Poitiers. Después no dejó de viajar por Europa. En Roma se interesó por los parahelios, soles falsos o dobles, y escapó de allí temiendo sufrir la misma suerte  que Galileo, un momento de su vida que filmó Rossellini para televisión en Cartesius (1974). En Holanda escribe otras obras maestras y se interesa por la óptica, como Spinoza, a quien sin embargo no llega a conocer. Luego sería invitado a Estocolmo por la reina Cristina de Suecia, a quien le daba clase a las cinco de la madrugada. Esa fue la posible causa de su muerte en 1650 por neumonía. Otra versión habla de envenenamiento con arsénico tras recibir la comunión de manos del capellán de la Embajada francesa en la capital sueca.
En el Museo de Descartes sus ideas iluminan los paneles y se propone una constante averiguación abriendo cajones de muebles que contienen textos con ulteriores explicaciones de los temas o las dudas. No hay reliquias suyas ni manuscritos. Destaca un molde de su cráneo, copia del que se guarda desde 1931 en el Museo del Hombre de París. Esa calavera con los nombres grabados de los propietarios y una poesía sufrió no pocas peripecias a lo largo de los siglos no pocas peripecias, igual que sus hueso enterrados hoy en la iglesia de Saint-Germain-des-Prés.
Como no podía ser menos el museo del filósofo en su lugar natal es una expresión de cartesianismo. El contexto histórico, la biografía, las ideas, los viajes, los libros y, como despedida, una sala dedicada a frases de filósofos que sirven al visitante para seguir pensando. Como lo que decía Blaise Pascal:"El hombre no es más que un junco, el más débil de la naturaleza, pero es un junco pensante". Sí, pero con "Pienso, luego existo", Descartes abrió de forma fulminante, incluída su duda metódica, otro gran vuelo de la filosofía moderna. Hoy son muchos los visitantes orientales  (coreanos, japoneses, chinos...)  que vienen hasta este lugar de la Francia profunda a conocer el museo, comenta su conservadora Sylvie Pouliquen.
También se facilita al viajero una guía llamada La Cartesiènne , con un plano de 42 puntos de interés en Descartes y alrededores. Lugares históricos y prehistóricos, como los dólmenes y cementerios de hadas y doncellas de Le Chillou de Feuillet, a menos de 10 kilómetros. Sin salir del pueblo, junto al río La Creuse, se abre el jardín de René Boylesve, con su rosaleda, y árboles tan boyantes como La Fayette , una secuoya plantada en el siglo XIX. La duda mayor que asalta es cuándo volver a Descartes.
Luis Pancorbo. El Viajero. El País, viernes 21 de junio de 2019.

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