A. Gómez-Arcos |
La editorial Cabaret Voltaire lleva algunos años recuperando a un autor español que se marchó a Francia, que aún no está del todo traducido a su lengua materna y que dejó en francés una novela inédita -y otra me contó sólo a falta de una corrección- que aún no han visto la luz en francés, pese a que en Francia tuvo más éxito que en España. Esa novela culminada e inédita se titula Feu grand-père/Difunto abuelo.
Gómez Arcos empezó en Madrid con éxito como autor de teatro en español pero se topó con la censura franquista. Y no era hombre para soportar eso. Su última obra estrenada en 1964 fue Los gatos (con no poco de esperpento y expresionismo) que se repuso, cuando ya volvía y casi vivía en España, en 1996. Creo que (como sus versos iniciales, que también ha sacado Cabaret Voltaire, algunos inéditos en Poesía ) son obras de calidad que hoy chirrían un poco, por el mismo afán de saltar a gritos la tapia prohibida. Era normal -lo ve uno hoy- que Gómez Arcos y su amigo Antonio Duque se marcharan en 1966 al entonces muy glamuroso Londres, y cansados del desencuentro británico, llegaran al revuelto París de 1968, donde desde la pobreza y los trabajos humildes, como camarero en un café-teatro que representaba (sin decirlo) obras escritas por él, Agustín empezará entonces, lentamente, su camino de autor español -nunca renunció a su nacionalidad- que escribía en francés. En 1974 un editor creyó en su proyecto de novela y le dio un anticipo para que la escribiera. Así nació su primera novela francesa y tan española L'agneau carnivore/El cordero carnívoro de 1975, que tuvo mucho éxito en Francia y menos en España cuando se tradujo.
Un oiseau brûlé vif narra con una muy bella prosa de ribetes líricos, pero también un exceso de drama simbolizado , la historia de una atormentada mujer , Paula Pinzón Martín, que vive en un indeterminado caserón y que encarna en sí no sólo el drama de la guerra sino -más- los odios y las censuras cainitas de una posguerra que para Arcos fue tan cruel como la guerra misma. De nuevo esta novela alcanzó muy notable éxito en Francia y llego a ser finalista absoluta del prestigioso Premio Goncourt, que ese año se llevó Marguerite Duras con El amante. Agustín solía comentar que ese premio no se lo dieron por no ser francés, pese a que mucho se alababa la calidad de su escritura... Será ya difícil saberlo...
Luis Antonio de Villena. El Mundo, domingo 16 de junio de 2019.
Gómez Arcos empezó en Madrid con éxito como autor de teatro en español pero se topó con la censura franquista. Y no era hombre para soportar eso. Su última obra estrenada en 1964 fue Los gatos (con no poco de esperpento y expresionismo) que se repuso, cuando ya volvía y casi vivía en España, en 1996. Creo que (como sus versos iniciales, que también ha sacado Cabaret Voltaire, algunos inéditos en Poesía ) son obras de calidad que hoy chirrían un poco, por el mismo afán de saltar a gritos la tapia prohibida. Era normal -lo ve uno hoy- que Gómez Arcos y su amigo Antonio Duque se marcharan en 1966 al entonces muy glamuroso Londres, y cansados del desencuentro británico, llegaran al revuelto París de 1968, donde desde la pobreza y los trabajos humildes, como camarero en un café-teatro que representaba (sin decirlo) obras escritas por él, Agustín empezará entonces, lentamente, su camino de autor español -nunca renunció a su nacionalidad- que escribía en francés. En 1974 un editor creyó en su proyecto de novela y le dio un anticipo para que la escribiera. Así nació su primera novela francesa y tan española L'agneau carnivore/El cordero carnívoro de 1975, que tuvo mucho éxito en Francia y menos en España cuando se tradujo.
Un oiseau brûlé vif narra con una muy bella prosa de ribetes líricos, pero también un exceso de drama simbolizado , la historia de una atormentada mujer , Paula Pinzón Martín, que vive en un indeterminado caserón y que encarna en sí no sólo el drama de la guerra sino -más- los odios y las censuras cainitas de una posguerra que para Arcos fue tan cruel como la guerra misma. De nuevo esta novela alcanzó muy notable éxito en Francia y llego a ser finalista absoluta del prestigioso Premio Goncourt, que ese año se llevó Marguerite Duras con El amante. Agustín solía comentar que ese premio no se lo dieron por no ser francés, pese a que mucho se alababa la calidad de su escritura... Será ya difícil saberlo...
Luis Antonio de Villena. El Mundo, domingo 16 de junio de 2019.
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