"la guerra aérea, a partir de enero de 1944, que arrasó ciudades francesas..." |
"El monumento no dice quién lo hizo. Podrían haber escrito:"A las víctimas de los bombardeos americanos". No lo dicen, señala el historiador militar Stephen A, Bourque, autor de Beyond the beach. The allied war against France.
El libro, publicado en 2018 en Estados Unidos y hace unos meses en versión francesa, explora un aspecto poco estudiado del desembarco en Normandía, del que se conmemoran 75 años; la guerra aérea, a partir de enero de 1944, que arrasó ciudades francesas como Saint-Lô y mató a unos 60.000 civiles, según los datos recopilados por el estadounidense Bourque, profesor en el U.S. Naval Institute. La cifra, explica el libro, es superior a la de los muertos por blitz, los bombardeos alemanes sobre el Reino Unido durante el mismo periodo..."Personalmente, y uso la palabra con cuidado, creo que fue un crimen de guerra bombardear estas ciudades más allá de las playas", sostiene.
Siguiendo otros trabajos históricos y sumergiéndose en archivos militares y locales, Bourque subraya una parte no oculta, pero sí poco destacada en el relato del Día D que ha quedado fijada en la memoria. Es el relato -muy real , puesto que aquella operación efectivamente heroica supuso el principio del fin del dominio hitleriano y de la guerra en la Europa occidental- que reflejan películas como El día más largo o Salvar al soldado Ryan. Es el relato expresado por Ronald en el discurso antológico del 6 de junio de 1984 pronunciado en la Pointe du Hoc, en la costa normanda, ante veteranos del grupo de rangers que 40 años antes asaltó aquel acantilado: "Estos son los muchachos de Pointe de Hoc. Estos son los hombres que conquistaron los acantilados. Estos son los campeones que ayudaron a liberar un continente. Estos son los héroes que ayudaron a acabar la guerra", dijo el presidente de Estados Unidos.
Esta es la historia pero no es toda la historia. Léopolda Beuzelin tenía 12 años el 6 de junio de 1944. Vivía en Saint-Lô con sus tres hermanos y su madre. Su padre había muerto al inicio de la guerra. Explica que aquel día empezaban a cenar en familia cuando escucharon el rugido de los aviones y vieron que se acercaban. "No tuvimos tiempo de tomarnos la sopa", dice. El recuerdo de aquellos días y meses es una sucesión de situaciones extremas que la inmunizó el resto de su vida ante los contratiempos mínimos de la vida cotidiana y que quizá explique su buen humor y su energía a los 86 años...
Marc Bassets. Saint-Lò. El País, miércoles 5 de junio de 2019
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