sábado, 29 de junio de 2019

Regreso a la bombonera de Lagerfeld

La Vigie.  Foto de   Pascal Pronnier
Era más difícil, salir de la Vigie que llegar a esta mansión belle époque enfoscada en tonos pastel y recortada a cuchillo sobre la bahía de Mónaco. Una vez que la cena de Karl Lagerfeld se dio por concluida avanzada la madrugada, la espuerta de litros de champán consumido en magnum durante la fiesta comenzó a hacer estragos.Y a dificultar el descenso a la civilización. Junto a Alice Springs, su esposa, el fotógrafo Helmut Newton se tambaleaba y la princesa Carolina Grimaldi, señora del lugar, vestida de Céline, esbozaba una expresión de Zelda Fitzgerald mientras rezongaba a su chófer que la sacara de allí y condujera a Le Clos Saint-Pierre, su hogar. 
La carretera que conducía de regreso al corazón del Principado era mortal. Una serpiente entre acantilados. Allí mismo se había despeñado en su Rover verde Racing en 1982 Grace Kelly. Los invitados a bordo de Mercedes con matrículas de tres cifras, optaron por hacer escala en el Jimmy'z, donde un traficante de armas griego corrió con los gastos. En Mónaco siempre paga alguien que no sabes quién es. Era 1994. Y Lagerfeld había presentado a 50 personas de todo el mundo su primer perfume. La primera y última vez que abrió esa casa a los advenedizos. Allí acaba de celebrar su enlace Carlota Casiraghi, la mayor de las hijas de Carolina, con todo el esplendor del rosa al amarillo de la Corona mediterránea. A mayor gloria del marketing del Principado.
Dicen que La Vigie es la mansión más bella y aislada de la Costa Azul. La construyó en 1902 el ennoblecido magnate de la prensa británica William Ingram. Tras la ocupación nazi, sus estucos, entelados, y terciopelos cayeron en desgracia. Fue pasando a un olvido paralelo al que vivía el Principado, antes de que tomara las riendas  con mano de hierro y aire de vodevil Raniero III. El consorte de Grace recompró a bajo precio esa perla inmobiliaria de la Corona monegasca y la incorporó a su holding del placer, la Société des Bains de Mer, de la que la familia Grimaldi posee en torno al 40% de las acciones y que es la propietaria del casino, la ópera, los hoteles, restaurantes y nights clubs más lujosos; la fórmula 1 de Mónaco y las principales promociones inmobiliarias de ese Estado más pequeño que Central Park...
Durante tres décadas, aquel palacete de 600 metros cuadrados, con tres alturas, seis habitaciones, piscina, encinas y olivos, y una terraza colgada sobre el mar, fue una ruina pasto de los alcatraces. En 1986, el recién fallecido modista Karl Lagerfeld, reinventor de Chanel y amigo de Carolina, llegó a un acuerdo con los Grimaldi:se haría cargo de esa exclusiva ruina ; la reconstruiría  y decoraría de su bolsillo, y a cambio, pagaría ala familia un mínimo alquiler. Lo hizo entre 1986 y 2000. Dicen que enterró en esta casa 14 millones de euros. Y fue feliz... Como recordaba él mismo: "La Vigie es el lugar más seguro e inaccesible del planeta. Es imposible acercarse. No pasa por aquí ni una sola vía pública. Ni siquiera tiene dirección, por lo que nadie puede escribirme. Es mi paraíso."...
Jesús Rodríguez. El País Semanal, 16-6-2019.

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