lunes, 3 de junio de 2019

Dilili en París

Kirikú un héroe diminuto, sagaz y respondón. (Mediaset.es)
Hay un hilo invisible que une a Goscinny con Lewis Carroll y a los dos con Michel Ocelot. para todos ellos la infancia, así en general, no es tanto un lugar más o menos mágico y siempre perdido como ese extraño no-lugar en el que la lógica pierde el pie y la realidad se transparenta tal y como es: ridícula. Para ellos, un niño no es una figura inocente sino un sujeto culpable de no conocer culpa alguna. El matiz importa. El pequeño Nicolás, Alicia o Kirikú están convencidos de que la eternidad a veces dura un segundo; de que si no sabes dónde vas, cualquier camino es bueno, y de que si dedicas un rato cada día a pensar cosas imposibles puede que antes del desayuno estés convencido de un par de ellas.
Michel Ocelot, con 76 años cumplidos, escucha la lista de personajes infantiles de arriba y sonríe. Suyo es el tercero. Lo creó en 1998 en Kirikú y las brujas. Luego vinieron dos secuelas más y por el camino su creación se convirtió en un héroe diminuto, sagaz y respondón. En eso y no en emblema y ejemplo a seguir. "El saber de un artista es ofrecer dignidad. Mi personaje sin que yo lo pretendiera expresamente, daba otra imagen de un africano. Era una imagen digna." Ahora, Ocelot presenta no a un niño sino a una niña. Dilili procede de Nueva Caledonia, que no de África como Kirikú, pero vive en París. Dilili en París es el nombre de la cinta de animación que, tras ser presentada en la pasada edición del festival de Annecy, ahora se estrena en España. Se trata de un milagro anómalo tan diferente al dibujo animado común y comercial como los niños de Goscinny, Carroll o el propio Ocelot lo son a la infancia diseñada para los parques temáticos.
"Creo que los niños, en general, son figuras fascinantes. Sienten las cosas más intensamente que los adultos. Tienen la facilidad de ver el mundo como realmente es y hablan de todo con total libertad sin plegarse a lugares comunes o al lenguaje correcto o aceptado. Me identifico con ellos, sin duda. Les pasa un poco como a los artistas y a los tontos del pueblo. A los tres les pertenece la potestad de llamar a las cosas por su nombre", afirma Ocelot a modo de declaración de principios. Y le creemos...
Luis Martínez. El Mundo, domingo 26 de mayo de 2019

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