viernes, 5 de julio de 2019

Pío Baroja en París, 2

Baroja con Azorín en Paris
En el Colegio de España se encontró el escritor con el físico Blas Cabrera, el filósofo Xabier Zubiri, Joan Miró, los hermanos Gutiérrez Solana y el historiador Américo Castro, entre otros. Pero con quien más se relacionó fue con su amigo Azorín, con Gregorio Marañón (quien también se ocupó de su salud), con el escultor Sebastián Miranda y con Miguel Pérez Ferrero. También se vió con Menéndez Pidal y con Ortega y Gasset.
Francisco Fuster considera que el exilio no volvió "más huraño a Baroja ni creo que se agriara más. Lo que es evidente es que en la España de la posguerra franquista, Baroja era un personaje incómodo. La censura trató de recortar varias de sus obras y eso le hizo perder las ganas, pese a lo cual siguió escribiendo hasta el final de sus días. Dejó de salir tanto a la calle, a dar sus paseos diarios, y empezó a recibir a la gente en su casa de la calle Ruíz de Alarcón, donde mantuvo la famosa tertulia". 
En París Baroja escribió las novelas Susana y los cazadores de moscas (impresa en 1938), Laura o la soledad sin remedio (1939) y El hotel del Cisne (1946), además de las recopilaciones de artículos recogidos en Paseos de un solitario y Aquí, París. "Y el grueso de su poemario Canciones del suburbio (1944)", precisa Fuster. "La obra de ficción de Baroja posterior a 1940 no tiene la calidad que tiene la anterior (sí las memorias), no sólo porque el exilio imprime en ella un poso de tristeza y de melancolía, sino porque el regresa desorientado y le cuesta un poco volver a arrancar", comenta Francisco Fuster. "Es un hombre roto que ha vivido unos años terribles, alejado de todo lo que más quería (su familia, su casa de Itzea, su biblioteca, sus paseos por las librerías de viejo en Madrid...). Una cosa es la soledad buscada y otra la impuesta, com la que él tuvo que sufrir en una ciudad compleja, como el París de entre guerras donde tuvo que valerse por sí mismo y aprender a vivir en un ambiente frío y hostil, con importantes y muy escasos apoyos".
¿Y Baroja? ¿Qué escribió don Pío de aquel exilio? Hay que acudir al tercer tomo de sus memorias, Desde la última vuelta del camino (Tusquets), donde se puede leer:"Aquí, en París, se ve uno muy solo, viejo y sin dinero. No tiene ganas de escribir,  ni la menor esperanza. "Yo no sé si lo que he escrito vale algo o no vale nada; pero comprendo que sobre ello no hay que contar. Mis libros no me dan entre los escritores en París el prestigio de un gacetillero".
No ayudó la publicación en España de una recopilación de textos en 1938 titulada como Comunistas, judíos y demás ralea y con un prólogo de Giménez Caballero titulado Un precursor español del fascismo. Esto sostiene José Carlos Mainer en su muy documentado estudio Pío Baroja (Taurus, 2012), tuvo que autorizarlo Baroja.
El fulgor de Baroja, en cualquier caso, ahí sigue. El empeño de Joaquín Ciáurriz con la colección Baroja & yo (ipso ediciones) llega a su fin con el último libro de bolsillo que firma Carmen Caro-Baroja. A lo largo de 26 entregas se han publicado textos de Andrés Trapiello, Eduardo Mendoza, Luis Antonio de Villena, Manuel Hidalgo, Amparo Hurtado, Asunción Rivas, Sergio del Molino. Jon Juaristi, Atxaga... A saber que diría el médico de Cestona.
Manuel Llorente. El Mundo, domingo 30 de junio de 2019.

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