Varda por Agnès de Agnès Varda |
Todo el documental discurre sobre un escenario. Y sobre él. Varda observa al público. Ella repasa su obra. Lo hace película a película. Fracaso a fracaso. Destello a destello. Y la creadora que como el propio Montaigne convirtió su vida en la medida perfecta del mundo vuelve por última vez, si acaso se fue nunca, a sí misma. En realidad se trata del enésimo retrato de la espigadora. Y ahí, frente al espejo se descompone y recompone hasta hacer de su cuerpo menudo y su cabellera nevada la medida de todos los universos posibles. Si se quiere, la cinta se puede leer como la mejor introducción no sólo al cine sino a la propia Varda en toda su ya inabarcable extensión. Pero también, y esto es ya más relevante, Varda par Agnès es un esfuerzo tan alegre y ligeramente ingenuo como deslumbrante de acompañar al propio tiempo. Su tiempo. Y con él, todas las revoluciones íntimas y mínimas que lo atraviesan.
Dice la directora que su obra hace pie únicamente en tres conceptos:"Inspiración, creación y compartir"... El documental se inicia con Cléo de a 7. Recuerda el momento en que decidió que su película de 1962 haría coincidir el tiempo de la ficción con el de la propia cinta: una hora y media de vida en crudo estructurada en dos capítulos de 45 minutos. En medio, una canción triste...
Luis Martínez. El Mundo, domingo 30 de junio de 2019
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