Playa en el Quai de la Villette |
El Sena, más que el río matriz de la ciudad que transporta ocho millones de turistas al año en sus eternos bateaux mouches y un vanguardista eje fluvial de transporte y de reparto ecológico, es en la actualidad un laboratorio en el que caben jardines flotantes, actividades deportivas al aire libre (del remo al padle), diferentes opciones de movilidad (ciclistas, patinadores...), centros de arte, festivas guinguettes (merenderos, chiringuitos o tabernas junto al agua, conviene memorizar esa palabra), bancos en los que improvisar un picnic (pocas cosas ama más el parisiense), barcazas reconvertidas en cafés y restaurantes asomados al caudal. Así se ha transformado en espacio de bonheur (felicidad) para flâneurs (paseantes sin rumbo) que transitan ociosamente por vías hasta hace poco inaccesibles y, sobre todo, en el epicentro de la ciudad del futuro, que busca ser a un mismo tiempo sostenible, ecológica, inclusiva y resiliente.
A su paso por París, el Sena se cruza por 37 puentes. Si seguimos su curso, a pie o en bicicleta, de este a oeste, desde Charenton a Javel, en las inmediaciones de Boulogne-Billancourt, podremos descubrir la capital francesa de un modo transversal y disfrutar de las 10 nuevas hectáreas abiertas a la circulación y al paseo que le han hecho recuperar un papel central en la estructura de la ciudad. El camino es largo, pero no solitario...
Use Lahoz. El Viajero. El País, viernes 28 de junio de 2019
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