sábado, 21 de marzo de 2020

Coranavirus en París: cuando uno comprende lo bueno que es vivir

En mis primeros días en París me irritaba despertarme por culpa del camión de la basura. Vivo en un primero y hacen un ruido de mil demonios. Ayer a las 6:45 fui a la ventana para verles pasar. Recogen la basura. La vida sigue. En TSF radio, suena un standard del jazz "C'est si bon". Arriba.
Mientras oigo las noticias de las siete me pongo toda la ropa de deporte que tengo, incluida chaqueta del chándal del Open París de hace 20 años. Hay que hacer creíble el salvoconducto obligatorio para salir a la calle. Pongo cruz en el cuarto supuesto: "Desplazamientos breves, en la proximidad del domicilio, relacionados con la actividad física individual, excluyendo toda práctica deportiva colectiva".
Le Figaro está en el buzón. Este detalle de normalidad, como los basureros ruidosos, cobra un valor inusitado. El confinamiento entró en vigor ayer  a mediodía y sobre París ha caído un manto de silencio.
Piso la calle bendiciendo a Emmanuel Macron por dejarnos practicar deporte. Si no, hubiera pedido prestado un perro con tal de salir de casa. Se me ha pegado "C'est si bon". Es una canción francesa del 47 de la que se enamoró Louis Amstrong. Su versión es la que sonaba en la radio interpretada por un trío increíble: Thomas Dutronc, Iggy Pop y Diana Krall.
A las 7:33 ya estoy en los muelles del Sena, hace una mañana estupenda para caminar o correr. "C'est si bon/irse a cualquier parte..." Me cruzo con varios ciclistas y corredores...
Poco después me encuentro con un amigo español, con el que camino durante un rato a un metro de distancia. Me ha prometido dos máscaras. Pero no las ha traído. Me da igual. La última noticia que he oído antes de salir es que sólo deben llevar mascarillas los enfermos y el personal que les atiende (...)
Hace una mañana estupenda para caminar. A lo lejos, la Torre Eiffel es una flecha hacia el cielo azul entreverado de nubes. El Sena baja crecido y veloz. Hay tal silencio que se oye el agua al romper contra los pilares de los puentes. "C'est si bon/ esas pequeñas sensaciones que valen más de un millón...".
Son ya las 8 de la mañana y no me he cruzado con ninguno de los 100.000 policías y gendarmes desplegados para controlar el confinamiento. Me pongo en modo reportero y voy en su busca. Atravieso el río.
Detrás de Notre Dame hay un garaje del parque móvil. Una pareja de motoristas sale de patrulla, otra habla de motos. Pasan de mí. Enfilo hacia la prefectura. Al doblar la esquina me topo con un par de agentes. Van relajados sin guantes ni máscara. Estamos solos en la calle, me piden l'attestation, el salvoconducto que he rellenado antes de salir de casa (...)
Un corresponsal no tiene acceso a muchas cosas. Por eso siempre fui partidario de ir en persona a todo lo que se pueda...El jueves 12 asistí a la presentación de una obra artística hecha con los candados que los enamorados ponen en los puentes de París (y que obliga al ayuntamiento a sustituir las barandillas cada poco). Entonces llegó el tsunami. Y mi correo se inundó de cancelaciones:la presentación de los Encuentros fotográficos de Arles, la exposición de Christo en el Pompidou...Llegó la crisis del Coronavirus y mi agenda se vació.
Las radios cuentan la última noticia: un avión militar ha evacuado de Mulhouse, región del Este de Francia cuyos hospitales están desbordados, a seis pacientes, todos graves. Los trasladan a hospitales militares de Toulon y Marsella.
En mi calle hay tal silencio que voy a abrir la ventana y poner a tope la música: "Y si nos amamos/no busques la razón/ es porque C'est si bon".
Iñaki Gil. París. El Mundo 19 de marzo de 2020

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