Xavier de Maistre |
En 1790 este militar saboyano se vio envuelto en un duelo, al parecer por un lío de faldas. Ganó el combate pero también una considerable pena de prisión, conmutada por un arresto domiciliario en atención a su aristocrático origen. Pasó 42 días confinado en su propio apartamento en Turín. Acantonado en Alejandría tres años después, empezó a escribir uno de los libros más deliciosos e injustamente desconocidos de la historia: Viaje alrededor de mi habitación, un periplo estático en recuerdo de aquellos días moderadamente felices días del encierro.
"Dignaos acompañarme en mi viaje, caminaremos poquito a poco, riéndonos a lo largo del camino, de los viajeros que han visto Roma y París", escribe De Maistre, convencido de que el placer que uno siente viajando por su habitación está libre de la envidia inquieta de los hombres; es independiente de su fortuna". El siglo XVIII es una época andariega. Son los años de lasa grandes expediciones: Cook, Bouganville, La Pérouse, Malaspina...Se descubren Australia y la Antártida, se cartografían continentes enteros, se clasifican plantas y animales Horace Bénédicte de Saussure sube al Mont Blanc. ¿Por qué? Porque está ahí, alega. Son los años de apogeo del Grand Tour. Surgen narraciones, diarios y crónicas de viaje a mansalva. Todos quieren contar qué se les perdió en Pompeya, qué aprendieron Lausana. El turismo moderno da sus primeros pasos.
De Maistre, un antimoderno, como lo fue su hermano, el ultramontano Joseph de Las veladas de San Petesburgo, propone otro tipo de viaje. El suyo es el modo de Laurence Sterne, autor de Viaje sentimental entre Francia e Italia, una obra que ya prefigura el famoso aforismo de Proust: "El único y verdadero viaje de descubrimiento consiste no en buscar nuevos paisajes, sino en mirar con nuevos ojos". En el Viaje de Sterne, la descripción paisajística, el comentario político se torna en observación costumbrista y, más aún, en excusa para reflejar el yo. Pero De Maistre va un paso más allá: El paisaje es sólo su habitación y los recuerdos, sensaciones, reflexiones que cada objeto le inspiran.
Los cuadros de las paredes, el ajuar de la casa, el inefable criado Joanneti y la perrita Rosine (sus compañeros de viaje) la estampa de una amante esquiva y hasta la cama ( "Había olvidado aconsejar a todo hombre que se lo pueda permitir tener una cama de color rosa y blanco) son los mojones de este camino en menos de 100 metros cuadrados. Más moderno que los modernos, De Maistre prefigura el viaje interior caótico de los escritores del futuro (...) El saboyano bostezaría profundamente sobre la lluvia torrencial de cultura y actividades que nos proponemos unos a otros en las redes sociales estos días en que se supone no podemos estar sencillamente mirando fijamente el gotelé. Su encierro pasa por absorber "los gozos esparcidos en el difícil camino de la vida", lejos de la pequeñez y perfidia de los hombres". ¡Qué más se necesita!
Recordaba décadas después el honorable Sainte Beuve que De Maistre escribió en francés, pero que, "por su modo de contar, pertenece más bien a Italia". Como Casanova por otra parte. En él se funden el "dolce farniente" con la "joie de vivre"...
Gonzalo Nuñez. ABC Cultura, 22/03/20
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