domingo, 15 de noviembre de 2020

La voz incómoda del antirracismo francés

Rokhaya Diallo

Cuando Rokhaya Diallo (París,1978) era pequeña, pasaba horas ante el televisor. De allí sacó, quizá sin darse cuenta, los códigos que años después le permitirían moverse con soltura en las eléctricas tertulias televisivas en las que es asidua. Y fue ante un televisor donde aquella niña tímida y aplicada, hija de una costurera y de un mecánico senegaleses, descubrió lo que sería una de las pasiones de su vida : los dibujos animados japoneses y el manga. 

"En estos dibujos había muchas cosas relacionadas con el combate, con el hecho de luchar y vencer en busca de un mundo ideal", dice. "Y pienso que me influyó".

Rokhaya. Hay personas cuyo nombre basta para identificarlas. En los ámbitos en que ella se mueve, donde confluyen periodismo, activismo y política, cuando se pronuncian estas tres sílabas enseguida se sabe de quién se esta hablando. Ella insiste que no representa a nadie más que a sí misma, pero quienes la escuchan en las tertulias, o la siguen en las redes sociales o leen sus libros, o ven sus documentales para aplaudirla o para vilipendiarla, proyectan en ella algo más. "Mujer negra, musulmana", se define a sí misma.

Las tres palabras pueden ser suficientes para despertar la admiración: al fin una voz que hace visible esta Francia menos visible. O la irritación: he aquí -en un país donde todos los ciudadanos son libres e iguales y el Estado debe ser ciego ante su religión, el color de su piel o su adhesión a otras identidades- a alguien que lleva a gala estas señas de identidad, y que además denuncia que, en 2020, son motivo de discriminación; que Francia, como Estados Unidos, arrastra un pecado original racial.

"Francia es un país en el que las mujeres deben expresarse dentro de una lógica de seducción, se nos educa para gustar y ser agradables y sonrientes. Y de una mujer negra se espera una forma de gratitud. Que yo me sienta cómoda en los medios de comunicación, y en mi lugar, se considera una forma de arrogancia", dice. "Si represento algo, es una palabra minoritaria, porque soy mujer, soy negra, soy musulmana. No somos muchas que seamos tan visibles", continúa. Y añade: "Cuando cometo un error, lo pago más que otros".

La entrevista para preparar esta semblanza se desarrolló el viernes 16 de octubre a las cinco de la tarde. Mientras hablábamos en un café cerca del Centro Pompidou en París, en Conflans-Sainte-Honorine, una localidad a 35 kilómetros de aquí, un refugiado checheno, inspirado por la agitación en las redes sociales del islamismo radical, decapitaba  a un profesor por mostrar en clase las caricaturas de Mahoma publicadas por el semanario satírico Charlie Hebdo.

"Su estatuto de mujer, musulmana y negra hace de usted una privilegiada", le reprochó, unos días después del atentado, el ensayista Pascal Bruckner en un programa de televisión en el que ambos participaban. "Le permite expresar una serie de cosas que, si las hubiese dicho yo, sobre todo respecto a Charlie Hebdo, llevó junto a otros, a la muerte de los 12 de Charlie Hebdo...". "¿Lo que yo dije llevó a la muerte a alguien? Es escandaloso lo que usted dice", replicó Diallo. "No tengo absolutamente la responsabilidad en ningún acto terrorista"...

Marc Bassets. El País Semanal, domingo 8 de noviembre de 2020.

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