Almodovar y Tilda Swinton. AFP/ Alberto Pizzoli
Esta actriz interpreta a una mujer que durante tres días permanece encerrada (salvo esporádica salida) esperando a su examante, el cual acaba de abandonarla. Sola y desprotegida frente a la cámara, desgrana palabra a palabra el monólogo de la llamada telefónica transmitiendo todo el abanico de emociones de una mujer despechada que mantiene su dignidad aún devorada por los demonios del desamor mientras enarbola físicamente un hacha, tal y como la Uma Thurman de Kill Bill (cuya carátula, referencia buscada, destaca entre las películas de la protagonista) hacía catana en mano en su tarantiniano viaje de venganza.
Swinton es maestra de ceremonias de una propuesta escénica donde el hogar es un gigantesco decorado carente de techos en el interior de un hangar , y donde la teatralidad del espacio es subrayada por ese escenario dentro de otro escenario, una casa de muñecas extraña y descontextualizada donde la protagonista pasea/desfila con elegancia cual evento de moda de alta costura, avanzando con sus elegantes andares hacia un catártico final en el cual las llamas purificadoras de la casa-prisión devoran las penas y abren camino hacia la esperanza.
La voz humana es la primera incursión de rodaje en inglés del director y nos devuelve al mejor Al modóvar, el que hemos visto en Dolor y gloria, y lo hace mediante una propuesta hipnótica y deslumbrante, artificiosa a la par que desgarrada, donde las emociones van más allá del Ne me quitte pas.
Sabela Pillado. La Voz de Galicia, miércoles 21 de octubre de 2020.
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