jueves, 25 de noviembre de 2021

"Lo que me interesa es el momento en que la existencia bascula"

Su segunda novela, La elegancia del erizo, se convirtió en un fenómeno literario mundial que consagró a Muriel Barbery (Casablanca, 1969). Tardó nueve años en publicar la tercera, La vida de los elfos, a la que siguieron Un país extraño y Una rosa sola (Seix Barral) que se publica en España. Un libro que se basa en los dos años que vivió en Kioto y en el que cuenta el viaje iniciático de Rose, una mujer en crisis, a esa ciudad para descubrir el testamento de su padre japonés, al que nunca conoció.

-¿Cómo surgió la idea de esta novela?

- Viví dos años en Kioto, en 2008 y el 2009, y tras abandonar Japón pensé que iba a escribir inmediatamente una novela sobre esa experiencia única que cambió completamente mi vida. Pero necesité diez años para escribirla. En principio imaginaba que la protagonista simplemente iba a deambular por la ciudad, tener algún encuentro casual y, a partir de ahí descubrir cosas de sí misma, sin que hubiera más personajes, salvo algunos muy efímeros. Pero la novela se fue haciendo más compleja con una historia de amor y múltiples facetas.

-¿Se puede decir que la ciudad de Kioto es un personaje más?

- Por supuesto, incluso creo que es el personaje principal. Mi idea era metabolizar la experiencia que había vivido en esa ciudad sorprendente a través de una ficción. A todas las personas que han visitado Kioto, aunque sea por un tiempo breve, las ha marcado.

-Hay una gran presencia de plantas, árboles y flores. ¿A qué se debe que le dé tanto protagonismo?

-Pasé mi infancia en el campo, entre bosques, árboles y plantas. Fue allí donde aprendí a mirarlos. Los jardines en Japón son extraordinarios, representan realmente una transformación de la mirada, son al mismo tiempo muy naturales y muy artificiales. Además, la protagonista es botánica. En Japón hay algo especial que difiere de las culturas occidentales, el interior y el exterior se mezclan, se funden, las casas están abiertas al jardín, no se concibe el recogimiento de un espacio cerrado, hay una especie de ósmosis con el espacio exterior. Yo tenía en mente que esa presencia permanente de la naturaleza fuera como un bálsamo para Rose, que iría sintiéndola y, a partir de ahí, podría reconectarse con el mundo...

-Cada capítulo va precedido de una pequeña parábola. ¿Qué papel juegan estos textos?

- Me sorprendió mucho que, cuando se publicó el libro en Francia, los lectores decían que les habían gustado mucho esos pequeños relatos de la historia de China y de Japón, pero en realidad me los inventé todos. Quería hacer como viñetas zen que prefiguraran el desafío al que Rose se  enfrenta en el capítulo. Me parecía que introducirlo de una forma enigmática, simbólica, abierta y presentar así los riesgos a los que Rose se ina a enfrentar,  al fracaso, a lo desconocido, al amor, podría permitir arrojar luz sobre hasta qué punto su sufrimiento era universal. 

-En sus novelas temas como la soledad, la redención por el amor y el arte son una constante.

-Me doy cuenta con la edad de que siempre hablo de lo mismo, son asuntos recurrentes lo que cambia es la forma. Lo que me interesa es el momento en el que la existencia bascula, cuando el sufrimiento se convierte en felicidad o dejas de estar solo para empezar a compartir. Esos son los temas existenciales que me interesan y son tan complejos que tengo que variar la forma para intentar percibirlos desde otro ángulo...

Enrique Clemente. La Voz de Galicia, lunes 22 de noviembre de 2021  

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