A pesar de ello Pinaud logra mantener el listón y no rebasar la línea del pastel de sonrisas vacuas porque nada le falla del todo, teniendo siempre en cuenta al espectador al que se dirige. Los personajes como mandan los cánones en las películas reconfortantes que incitan al optimismo, tienen la suficiente simpatía. El villano, la carga de hostilidad justa. Y el mensaje social no puede ser más cristalino: los que trabajan con ilusión, paciencia y esmero saldrán ganadores gracias a su talento y a su esfuerzo, pese que a veces tengan la tentación de hacer unas cuantas trampas, e incluso caigan en ella. Suena a comedia amanerada y a dulce construcción de escuadra y cartabón para espectadores alérgicos a cualquier anomalía, y en realidad lo es hasta cierto punto, porque además el trabajo de los protagonistas es nada menos que la creación de rosas, sus hibridaciones, los injertos y el trabajo mimoso y delicado con las flores. No obstante, pese a todo, no es cursi ni blanda ni amanerada.
Entre rosas es de fácil digestión, como parece pedir una parte de la platea española, más en estos tiempos de penurias y de necesidad de ilusión. Y una disputa entre el poderoso que quiere arramplar con todo el mercado, y el pequeño negocio de toda la vida, a la manera de las librerías en Tienes un e-mail, pero en el terreno de la floricultura, nunca deja de estar vigente. De modo que pese a nuestra querencia por productos más arriesgados, y hasta el hartazón ante la enémisa comedia francesa de buen rollo, resulta imposible detestarla. También quererla. El cine es a veces así: para otro espectador que no somos nosotros.
J.O. El País, , viernes 22 de 0ctubre de 2021
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