jueves, 13 de enero de 2022

La intemporalidad perdida

Anaïs Nin

Cuando Anaïs Nin terminó de escribir los 16 relatos de La intemporalidad perdida, que Lumen acaba de publicar por primera vez en español, tenía 26 años y aún no había conocido al bohemio escritor estadounidense con quien estaría una década enredada. Compañera de cama y mecenas de Henry Miller, gracias a la fortuna de su marido, Hugh Guiler, la francesa de origen cubano, criada entre París y Nueva York, fue fundamental en la creación de Trópico de Cáncer y Trópico de Capricornio. Tanto es así que, como ha quedado probado, sus notas sobre la mujer de Miller, June-con quien la escritora también tuvo un affaire-, acabaron incorporadas a la novela de él.

Aquel legendario idilio que arrancó en París en 1931 pasó a la historia de la literatura e hizo de Nin un estandarte de mujer liberada, adúltera y bígama. Esto último se supo cuando los obituarios en Los Angeles Times  y The New York Times, al hacer referencia a su viudo, daban nombres distintos, y los dos resultaron correctos. Corría 1977 cuando Nin murió a los 73 años, reivindicada como icono por las feministas de la Segunda Ola y convertida, al fin, en una estrella literaria tras 40 años en los márgenes.

La intensa vida de Anaïs y su obra están inextricablemente unidas. De los nueve libros que imprimió en vida, cuatro fueron autoeditados y la crítica, con Edmund Wilson a la cabeza, solo alabó el puñado de relatos reunidos en Una campana de cristal a finales de la década de 1940. La fama le llegó en los últimos años de los sesenta con una edición purgada de sus diarios, que Nin empezó a escribir de niña  en el viaje de París a Nueva York, tras abandonar su padre a la familia...

Para quienes ya han leído las obras de Nin, los cuentos de La intemporalidad perdida descubren una faceta poco conocida de la autora. Con un cierto aire onírico y psicoanalítico y un inconfundible ambiente de los locos años veinte y de la sensibilidad surrealista, los nuevos relatos no contienen el marcado tono sexual que Nin desarrollaría más adelante. Hay pulsiones artísticas, atracción, bailarinas flamencas y escritores, mujeres jóvenes seductoras que aún no son del todo conscientes de su poder. Estos cuentos fueron escritos entre 1928 y 1931, cuando la autora vivía en París con su marido, el poeta banquero Hugh Guiler, y fueron rechazados por todas las publicaciones y editoriales.

En los años setenta Nin publicó La intemporalidad perdida en una tirada corta que no comercializó y con un prólogo en el que reconocía que, aunque los cuentos no mostraban su estilo plenamente desarrollado, ayudaban a entender su evolución como escritora, y eso podía ser valioso e inspirador. El ya desaparecido Gunther Stuhlmann, amigo, agente, editor y estudioso de la obra de la autora, destaca en sus notas a la primera edición comercial estadounidense de 1993 (incluidas en la edición en español) la "ironía  y los tempranos indicios de feminismo que asoman en esos textos...

Andrea Aguilar. Madrid El País, miércoles 22 de diciembre de 2021.

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