Anaïs Nin |
Aquel legendario idilio que arrancó en París en 1931 pasó a la historia de la literatura e hizo de Nin un estandarte de mujer liberada, adúltera y bígama. Esto último se supo cuando los obituarios en Los Angeles Times y The New York Times, al hacer referencia a su viudo, daban nombres distintos, y los dos resultaron correctos. Corría 1977 cuando Nin murió a los 73 años, reivindicada como icono por las feministas de la Segunda Ola y convertida, al fin, en una estrella literaria tras 40 años en los márgenes.
La intensa vida de Anaïs y su obra están inextricablemente unidas. De los nueve libros que imprimió en vida, cuatro fueron autoeditados y la crítica, con Edmund Wilson a la cabeza, solo alabó el puñado de relatos reunidos en Una campana de cristal a finales de la década de 1940. La fama le llegó en los últimos años de los sesenta con una edición purgada de sus diarios, que Nin empezó a escribir de niña en el viaje de París a Nueva York, tras abandonar su padre a la familia...
Para quienes ya han leído las obras de Nin, los cuentos de La intemporalidad perdida descubren una faceta poco conocida de la autora. Con un cierto aire onírico y psicoanalítico y un inconfundible ambiente de los locos años veinte y de la sensibilidad surrealista, los nuevos relatos no contienen el marcado tono sexual que Nin desarrollaría más adelante. Hay pulsiones artísticas, atracción, bailarinas flamencas y escritores, mujeres jóvenes seductoras que aún no son del todo conscientes de su poder. Estos cuentos fueron escritos entre 1928 y 1931, cuando la autora vivía en París con su marido, el poeta banquero Hugh Guiler, y fueron rechazados por todas las publicaciones y editoriales.
En los años setenta Nin publicó La intemporalidad perdida en una tirada corta que no comercializó y con un prólogo en el que reconocía que, aunque los cuentos no mostraban su estilo plenamente desarrollado, ayudaban a entender su evolución como escritora, y eso podía ser valioso e inspirador. El ya desaparecido Gunther Stuhlmann, amigo, agente, editor y estudioso de la obra de la autora, destaca en sus notas a la primera edición comercial estadounidense de 1993 (incluidas en la edición en español) la "ironía y los tempranos indicios de feminismo que asoman en esos textos...
Andrea Aguilar. Madrid El País, miércoles 22 de diciembre de 2021.
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