P.-¿Qué problema tiene con el discurso woke?
R.-El problema es que plantea tan mal todas las preguntas que acaba dividiendo el campo de la igualdad en vez de hacerlo avanzar. La obsesión identitaria es nueva en la izquierda, siempre fue el capital comercial de la derecha racista. Desde la izquierda, recordar que se pertenece a una minoría discriminada no es un planteamiento identitario es igualitario. Calificar a alguien, su carrera, su combate, sus ideas, sobre la única base de su color de piel... si ese es el logro del antiracismo, entonces hemos hecho algo mal. El mundo por el que lucho es justamente lo contrario, es interesarnos por las ideas de la gente, por lo que proponen, por lo que valen intelectual y humanamente, olvidando, un poco al menos, el factor identitario, su color de piel, su religión o su sexualidad. Los héroes de los derechos civiles o los que lucharon a favor del matrimonio homesexual en Europa no ganaron ese combate excluyendo a los otros de las luchas, sino convenciéndolos, haciéndoles comprender que ese mundo iba a ser mejor para todos, no solo para unos pocos.
P.-Pero hay algunas críticas razonables, voces que ante no se oían. No toda la corrección política es mala, ¿no? ¿Dónde están los límites?
R.- Lo interesante es que esa línea está en movimiento, por eso hay que profundizar en estos temas y no dejarlos en manos de simplistas. Vivimos en una época de gran polarización donde tienes, de un lado, a una derecha conservadora que clama contra lo políticamente correcto en cuanto se le pide no incitar al odio. Pero tampoco quiero -y ese es el debate en la diferencia entre libertad de expresión e incitación al odio- que se pueda prohibir el debate de ideas, la crítica a las religiones, a los valores, diciendo que es racismo. Camus decía que "nombrar mal las cosas es añadir desgracias al mundo". Sobre lo políticamente correcto, hay que hacer bien la distinción entre un humor de dominio y humillación que no se echará de menos porque es un arma de dominación y un humor expiatorio que sirve para liberarnos de nuestros miedos y permitirnos seguir pensando libremente. La frontera es sutil, por eso tenemos que hablar de ello, debatirlo. No es lo mismo reírse de judíos, musulmanes, homosexuales o mujeres que reírse de la religión, del fanatismo religioso, de los racistas, misóginos y sexistas...
Silvia Ayuso. Ideas. El País, domingo 26 de diciembre de 2021
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