viernes, 28 de enero de 2022

Embriagadas de amor

Juliette Armanet

Nadie canta al desamor como las francesas. Entre las nuevas estrellas que pueblan el pop galo de la última hornada, sobresalen los nombres de Juliette Armanet y Clara Luciani. Las dos tienen mucho en común: pertenecen a la misma generación, ocupando puestos extremos del espectro milenial (37 y 29 años, respectivamente), y escriben sobre rupturas devastadoras, como tantas de sus ilustres predecesoras, aunque lo hagan sobre bases musicales más ligeras, dignas de la música disco setentera. Reivindican la variété francesa que escuchaban sus padres dotándola de una pátina cool, pero también asumiendo su dimensión kitsch como raison d'être. Ambas publican además en el mismo sello: Romance Musique, filial de Universal dedicada a la caza y captura de ese público treintañero con estudios superiores y armarios de ensueño que abunda en las grandes ciudades francesas.

Clara Luciani
Por todos esos motivos, sumados al inoxidable tropo misógino de la pelea de gatas, público y prensa decidieron que iban a ser enemigas. En realidad, sus últimos discos, publicados casi a la vez, desprenden menos rivalidad que emulación y hasta cierto sentido de la sincronía. Pese a centrarse en el mismo tema -ese amour fou que solo puede acabar mal- y rezar a los mismos santos musicales, sus poéticas son distintas. Armanet canta desde el desgarro, en carne viva, mientras que Luciani lo hace escudada en el desapego y la distancia irónica . Escuchar sus discos de forma consecutiva puede recordar aquel célebre aforismo marxista. Como pasaba con la historia, en este programa doble sucederá dos veces: la primera como tragedia y la segunda como farsa.

Revelada en 2017 con un aplaudido debut titulado Petite amie (en Francia vendió 200.000 copias siendo una total desconocida), Armanet da comienzo a su segundo disco, Brûler le feu,  por el final, "Le dernier jour du disco", con un título inspirado en la película de Whit Stillman, describe esa última mañana en la que uno se resiste a soltar la mano del otro, aunque sepa que ya no queda otro remedio... El cariz electrónico del disco no evita que su máximo rferente lírico y sonoro sigan siendo las producciones de Michel Berger, ese Gainsbourg de clase media, y la santa trinidad de vocalistas a las que secundó: France Gall, Françoise Hardy y Véronique Sanson, quien tras años de relativo desdén vuelve a cotizar al alza con el redescubrimiento de su deslumbrante debut, Amoureuse ( 1972).

La herencia musical de los setenta y los ochenta se detecta también en Coeur, lo nuevo de Clara Luciani. El disco parece concebido como un elogio a los placeres carnales tras muchos meses de encierro y depresión. Menos solemne que Armanet, Luciani se inscribe en un disco-funk amable y blanco, elegante y juguetón, con guiños puntuales al Philadelphia Sound y letras menos sofisticadas pero más socarronas entonadas con la sensualidad inalterable de su voz cavernosa...

Àlex Vicente.  Babelia. El País, sábado 22 de Enero de 2022

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