Ousmane, Adou, este de Guinea Conakry, y otros siete jóvenes africanos han pasado la última noche en el centro Hilanderas de Irún, un centro temporal de atención humanitaria que gestiona la Cruz Rja. En este alojamiento pernoctaron el año pasado, 8.115 migrantes, la cifra más alta de estos últimos años. En 2020 fueron menos (3.493 por el confinamiento general) y un año antes 4.244. Josune Mendigutxia, voluntaria de la red de acogida de Irún (Irungo Harrera Sarea), asegura que la situación en que viven estas personas es cada vez más precaria y peligrosa: "Llegan aquí con mucha ansiedad porque ven que Francia está ahí, muy cerca, y quieren llegar a toda costa, pero no encuentran una forma segura de pasar. Lo peor es que no son conscientes del riesgo al que se exponen".
Este es el caso de Yos Khartoum, el herido. Corría desconsolado por las vías del tren para evitar ser atrapado por los gendarmes y se rompió la pierna en una aparatosa caída. Al joven ya le habían dado el alto en otras tres ocasiones cuando trataba de cruzar el puente que hace de frontera y da acceso a la localidad francesa de Hendaya. Su periplo comenzó cuando salió de su país y atravesó medio continente hasta llegar a Melilla. Allí saltó la valla y pudo reanudar una travesía que le llevó al puerto de Calais (Francia), a las puertas de su destino. "En Calais fue detenido". cuenta Mendigutxia, y devuelto a las autoridades españolas. Desde Madrid tuvo que volver hasta aquí y ahora está hospitalizado, asustado, con un pronóstico de unos tres meses de recuperación por delante".
Este pasado domingo llego otro joven de origen africano en un estado "muy perjudicado", cuenta la voluntaria. Lo trajeron en brazos entre varios porque él no podía sostenerse de pie. Necesitó una transfusión de sangre y está ingresado en la planta covid del mismo centro. Dramas como este se suceden casi todos los días. Iker Barbero, profesor de Derecho de la Universidad del País Vasco (UPV) e investigador principal del proyecto Transiteus sobre acogida de migrantes en tránsito en Euskadi, achaca esta situación a "los controles cada vez más férreos que está aplicando Francia en la frontera". "Lejos de estar justificados por motivos de la pandemia o por la amenaza terrorista", añade, "la actuación policial tiene un marcado perfil racista porque solo se practica con los negros y los árabes"...
Mikel Ormazabal. Irún. El País, miércoles 12 de enero.
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