Jean-Baptiste Andrea. Foto: Gonzalo Fuentes/Reuters
Andrea se marchó de Cannes a los 18 años. Volvió a instalarse en la Costa Azul hace dos, después de vivir en París, Londres y Los Ángeles, ciudades donde trabajó como director y guionista de películas como Big Nothing. "Acabé dándome cuenta de que solo podía vivir en esta sitio. Hasta que llegué aquí mi vida era en blanco y negro. A partir de Cannes mis recuerdos son en tecnicolor", afirma el escritor , que se dice "mediterráneo hasta la médula". Por parte de madre, desciende de ibicencos trasmutados en pieds-noirs, como se llamó a los argelinos de origen europeo que vivieron en el norte de África en la etapa colonial. Su familia paterna es italiana. "Llevo esos orígenes escritos en la cara, pero no sé mucho de ellos". De ahí surge un libro que acaba de presentar en Madrid y Barcelona.
P.- Tiene una trayectoria atípica: no debutó como novelista hasta los 47 años. ¿Qué lo llevó a convertirse en escritor?
R.- Quise hacer realidad un sueño de infancia. En mi familia no había autores ni artistas -mi padre trabajaba en una inmobiliaria y mi madre era profesora de inglés- pero yo he querido ser escritor desde los nueve años. Mis padres eran grandes lectores, pero que me dedicara a esto no entraba en sus planes: forman parte de la generación de la posguerra, esa que tuvo una fe ciega en el ascenso social y para la que dedicarse al arte implicaba un riesgo de desclasamiento. Creían que acabaría viviendo bajo un puente. Hice estudios prestigiosos para complacerles, pero no me interesaron. Mi camino pasaba por la escritura.
P.- Es interesante, porque su novela habla, en el fondo, de la idea de la vocación.
R.- Todos mis libros tratan de este tema ... Mis libros reflexionan sobre la naturaleza del éxito. ¿Reside en los logros tangibles, como ganar el Goncourt, o más bien en el hecho de no renunciar a tus convicciones? Yo creo que es lo segundo: el reconocimiento ajeno puede desaparecer, pero el orgullo de no rendirse siempre perdura. (...)
P.- La corriente dominante en la literatura francesa es el testimonio autobiográfico y la autoficción. Propone con sus libros un regreso a lo novelesco?
R.- Los lectores echan de menos lo novelesco. El deseo humano de escuchar a alguien que le cuente historias no ha desaparecido. Hay algo sagrado en esos relatos desde los tiempos en que inventamos el fuego. Sentimos la necesidad de contemplar destinos heroicos y excepcionales, de estar rodeados de historias que nos hablen de destino y redención... Hay demasiadas novelas que solo hablan de sus propios autores y que no logran alcanzar lo universal. (...)
P.- Su libro no tiene miedo a buscar y describir la belleza, calidad infrecuente en tiempos de una literatura más desangelada.
R.- Hemos desaprendido a ver la belleza. El cerebro humano ya solo ve oscuridad, debido a las imágenes que imperan en nuestro tiempo, las que nos muestran la televisión y las redes sociales. Todo es horror, todo es negro. Y nadie nos enseña a ver lo bello. Yo defiendo la idea de exponerse a la belleza, al arte, a la música, y recordar que el mundo no es peor que antes, que todavía existen cosas bellas a nuestro alrededor... Ninguna vida es solo maravillosa o terrible. Tenemos el deber de ver lo hermoso...
Álex Vicente. Babelia, El País, 8 de de junio de 2024.
No hay comentarios:
Publicar un comentario